CAMINANDO POR LA SIERRA DE LA PARTACUA
Otro domingo y somos más de cincuenta entre niños y adultos los que nos dirigimos en esta ocasión a la Sierra de la Partacua; el autobús nos lleva hasta Piedrafita de Jaca y junto al Parque Lacuniacha es dónde empezará nuestra excursión.
Como siempre, almorzamos nada más bajar del autobús y los pequeños se ponen las camisetas que Peña Guara nos ha regalado. Al final son ya casi las once cuando empezamos a caminar por una cómoda pista por la que avanzamos sin problemas y de la que salimos cuando junto a un pequeño barranco vemos una señal que nos indica la dirección para llegar al ibón. A partir de aquí, el camino va junto al barranco, la imagen de postal, las aguas claras, los árboles junto al camino y de telón de fondo Peña Telera, que aún conserva algo de nieve. En unos minutos llegamos al Ibón de Piedrafita, que aunque muchos ya han estado aquí en alguna ocasión, no deja de impresionar la belleza del lugar. Una parada, más que para descansar, para disfrutar del entorno, que algunos pequeños aprovechan para descalzarse y poner los pies a remojo en las frescas aguas del ibón.
Cuesta moverse, no estamos cansados pero el lugar invita a quedarse y de nuevo con los pequeños al frente de la marcha rodeamos el ibón y tomamos una desdibujada pista que sin apenas desnivel, entre grandes prados nos dirige hacia el punto culminante de la excursión, el Arco Natural. Antes de llegar a un pequeño collado tomamos una senda marcada a la derecha que por la ladera y sin perder altura nos lleva por encima de un gran prado con una cabaña de pastores. Es en una pequeña parada que hacemos para reagrupar la larga columna que formamos, cuando uno de los pequeños divisa a lo lejos, en la llanura que tenemos a nuestros pies, varias marmotas.
De nuevo en marcha, caminamos un poco más subiendo y llegamos a un pequeño prado dónde haremos la parada principal del día. Es desde aquí que ya divisamos el Arco, una gran roca a modo de puente con una ventana que nos enmarca las vistas, con el embalse de Lanuza al fondo. Algunos con más pereza que cansancio deciden no subir y empiezan a comer, que ya se va haciendo la hora. El resto dejamos las mochilas y tomamos la senda amojonada que en ocasiones con fuerte pendiente nos lleva hasta el arco, en menos de media hora desde que nos separamos de nuestros compañeros llegamos a nuestro destino y para todos, cuando estás allí y contemplas el paisaje enmarcado por la gran ventana de roca, hace que el pequeño esfuerzo haya merecido la pena, curiosamente muchos han estado previamente en el ibón, pero nadie conocía este lugar privilegiado, así que la satisfacción es mayor. Por supuesto el lugar invita a hacer muchas fotos y tras un rato de deleite bajamos hasta dónde nos esperan nuestros compañeros para comer.
Tras un buen rato de descanso conseguimos agrupar a los niños que están jugando y correteando por los alrededores e iniciamos el camino de descenso para completar el recorrido circular de la excursión. Hay que ir frenando a los pequeños, que en cuanto el terreno lo permite corren descontrolados por la hierba. Cuando llegamos al fondo del vallecito, cruzamos un cercado y tomamos un camino con mojones por un barranco seco y luego por fuera entre antiguos muros de piedra buscando la forma más cómoda de ir perdiendo altura y que en poco tiempo no lleva a alcanzar una pista que en apenas quince minutos nos deja en el punto en el que hemos empezado por la mañana y dónde está el autobús esperándonos.
Al final del día, para los que han subido hasta el arco, han sido algo más de 11 kilómetros y casi 600 metros de desnivel, algo menos para los que hoy la pereza y el día tan bueno que ha salido les ha podido y se han quedado bajo el arco. Aunque de lejos, hemos visto marmotas, incluso hemos divisado en el aire dos quebrantahuesos. El tiempo como siempre nos ha respetado, incluso hemos pasado calor. Los paisajes espectaculares. Y por supuesto un día divertido con nuestras familias y amigos. No se puede pedir más.
Javier Lázaro