Travesía 343 – Pardina de San Juan (La Guarguera) – Torrolluala del Obico – Morcat – Coñomundo – Campodarbe

 

Largo paseo por los pueblos abandonados de Torrolluala de la Plana y Morcat para terminar en Campodarbe

 

El pasado domingo día dos empezaba a amanecer cuando, tras descender el puerto de Monrepós y cruzar el puente sobre el río Guarga, el autobús con treinta y cuatro senderistas tomaba a la derecha  la carretera de la Guarguera. El cielo algo cubierto, aunque parecía niebla alta, empezó a despejarse al pasar por Laguarta pero tras pasar el desvío a Matidero la niebla se hizo patente y si bien no dificultaba la visibilidad sí que nos impedía ver las cimas de las sierras que nos rodeaban.

El autobús nos dejó en el km. 33 y en dirección sur nos introdujimos por unos pinares salpicados de verdes praderas, brillantes por el rocío mañanero, hasta alcanzar un ancho camino que viene del pueblo de Matidero y por el que fuimos caminando, con paso vivo, hasta llegar a O Puntón. Debajo nuestro quedaba un amplio valle en el que destacaban unas choperas en pleno color otoñal y  un pequeño edificio con un llamativo tejado de color rojo. Luego comprobamos que era la antigua escuela de Torrolluala de la Plana a la que se llega por un camino recién limpiado de erizones y bojes lo que facilita mucho el descenso.

En lo que fue una era, junto a un viejo trillo, una desvencijada aventadora y muchos trozos de pedernal por el suelo, nos quedamos a almorzar. Dejamos el ruinoso pueblo al cuidado de una decena de caballos y tras obviar los indicadores que señalan el camino a seguir para llegar a Alastrue y a Torrolluala del Obico, tomamos el que señala a la pardina de Montalbán. La senda discurre pegada a un barranco con bonitas pozas y es una delicia caminar entre pinares y pequeños prados  siguiendo las estacas blancas y verdes que van jalonando el camino.

Dejamos atrás en un altozano la pardina de Albás, de la cual habla Lucien Briet en uno de sus relatos del buen trato y hospitalidad que le dispensaron, y empezamos a ganar altura por un terreno arenoso, con lajas de piedra que sólo permiten el crecimiento a las aliagas, y no muchas, hasta desembocar en una zona llana, que en tiempos pasados fueron campos de cultivo, presididos por un par de construcciones, una en buen estado y otra en ruinas, que conforman las Casas de Montalbán.

Salimos, a las once y media,  remontando el río Isuala, que se dirige hacia el sur para horadar el impresionante barranco de Balcels, y durante un buen rato nuestra senda ascenderá a media ladera por un tupido y bonito pinar hasta alcanzar el cordal que nos muestra una extraordinaria  panorámica hacia el sur, siempre mitigada por la falta de luz. El sol se adivina pero no lo llegamos a ver.

Pronto llegamos al barrio alto del Pueyo de Morcat  (Puimorcat), despoblado en los años sesenta pero  en él que en  los ochenta un leonés estableció una explotación agropecuaria que aún funciona. Aquí durante un buen trecho seguiremos la carretera asfaltada que  une la zona de la Guarguera con Las Bellostas hasta que encontramos a la derecha un indicador que nos señala la dirección a tomar para llegar a Morcat. La pista discurre por un terreno irregular, de vegetación rala y degradada, muy  pedregoso pero con pequeños pinares de repoblación que alteran el desnudo terruño sólo apto para el ganado ovino y las cabras. Según mi admirado Fernando Biarge para » gentes de poco plato y mucho zapato». A las 13:30 h entrábamos en Morcat.

Mínimos bancales de rosales silvestres y arañones (endrinos) preceden al pueblo que no fue hecho para la vida y el comercio sino para la seguridad y defensa, rodeado de profundos barrancos que tanto lo defendían como lo aislaban. Las construcciones, hoy ruinas, del pueblo se alinean a lo largo de la cresta estando en primer lugar la iglesia, de la que queda parte de la torre, y una detrás de otra las distintas casas. Mirándolo desde lejos queda patente la metáfora cuando el párroco de Morcat decía que «la Iglesia era  la locomotora que guiaba al pueblo». Lo que no pudimos ver es la panorámica pirenaica que desde semejante atalaya debe contemplarse en días claros.

Frente a nosotros, no muy lejos, se adivina Campodarbe pero por medio hay un profundo barranco al que fuimos descendiendo siguiendo las indicaciones que anuncian «el Coño del Mundo». La bajada es pronunciada hasta alcanzar el barranco de Sieste que discurre por un lecho de lajas de piedra con sus clásicos toboganes y saltos de agua. Al lado de una de ellas comimos bajo un cartel enigmático del que partía una  estrecha senda y donde se leía «Bajada al Coño».

La bajada es para hacerla con cuidado por pronunciada y porque el suelo esta llenos de bellotas y piedrecillas sueltas por lo que es muy resbaladiza. La senda deja a un lado dos saltos de agua  y llega al fondo de la barranquera. Prosiguiendo unos metros por el lecho plano y rocoso  se accede a la confluencia con otro  barranco mayor  y aparece ante nosotros una enorme poza bajo un farallón de piedra que en su parte central, por efecto de la evaporación de estas aguas calizas, ha conformado una escultura cuya forma pone de manifiesto el por qué del nombre. «Vaya piazo vaginón pues cómo será cuando baje agua por el agujero» sentenció uno de los compañeros. Un paraje de singular belleza digno de ser visitado.

En menos de tres cuartos de hora superamos el acusado desnivel que nos separaba de Campodarbe, meta final de la larga caminata. Los navegadores de montaña nos suministraban los siguientes datos: 22 km. de recorrido, empleando 6 horas netas de andar y casi 8 horas desde que bajamos del autobús, salvando un desnivel de subida de 750 m y de 930 m. de descenso.

El próximo domingo día 16 la travesía, si el barranco está en buenas condiciones,  partirá de Yésero, por el barranco del Infierno llegaremos al refugio de Gavín y por la ermita de San Bartolomé terminaremos en el pueblo de Gavín

 

Mapa TAA 343