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Astazus

La gran vuelta a los Astazus

Del circo de Gavarnie al valle de Pineta en un largo descenso.

Los Astazus son dos grandes montañas que forman un macizo en sí mismas separados por una canal muy apreciada por los alpinistas para ascender cuando nieva ya que se convierte en el corredor perfecto, allí por donde la presencia de estas montañas es más característica, por la vertiente norte, la del lado francés. Desde el fondo del valle de Gavarnie, con su imponente circo, destacan las formas triangulares de estos picos separadas por el corredor Swan y rematadas por el filo de un espolón también muy apreciado en el ámbito de la escalada de itinerarios rocosos.

Estos son nuestros objetivos que para su ascenso requerirán traspasar una brecha histórica, la de Tucarroya por donde accedieron los primeros exploradores de aquel monte lejano y cargado de glaciares por su cara norte, el Mont Perdú, el monte Perdido, que hoy aún mantiene el rescoldo moribundo de aquellos magníficos glaciares. En su vertiente española el macizo de los Astazus se integra en un paisaje muy distinto de bonitos y helados lagos, que verdean entre costrones de hielo a estas alturas de la temporada, destacando el lago helado de Marboré.

Al partir el sábado, desde el fondo del valle de Gavarnie, a muchos de los que hoy acuden a la cita, les hubiera gustado ver las paredes de ese circo perfecto que en invierno es el paraíso de los escaladores en hielo por sus cascadas, que ahora se descuelgan en forma de saltos de agua entre las imponentes paredes que se escalonan del circo superior formado por el Marboré, la Torre, el Casco, la mítica brecha de Roland, acceso al valle de Ordesa, pero este día se presenta con nieblas y nubes bajas desde que traspasamos la frontera por el Portalet y sólo cuando estamos llegando al refugio de Espuguetes donde pernoctaremos, en un momento nos damos la vuelta y aparecen las moles pétreas de los Astazus y las cumbres de Gavarnie. El resto de la tarde desde este refugio francés situado a poco más de 2.000 metros en una zona de suaves praderas al pie de los Astazus y el Pimené, las nubes van y vienen hasta que por fin al anochecer se deciden a despejarse, mientras disfrutamos de una buena cena y conversación en este agradable refugio francés.

Al amanecer, las luces del Este iluminan las paredes de las grandes paredes de los Astazus y las del circo superior de Gavarnie, que se prestan a la fotografía mientras ascendemos al primer collado que traspasaremos en la larga vuelta que nos espera para la ascensión a las cumbres del día, la Hourquete de Alans, por donde descenderemos suavemente por el circo de Estaube para situarnos al pie de la primera dificultad de la jornada, el corredor encerrado entre las paredes que dan acceso a la brecha de Tucarroya, que está cubierto de nieve. Con precaución y sin problemas con la buena huella que se va haciendo con los crampones puestos vamos subiendo por las pendientes que a medida que se ascienden se inclinan más, alcanzando los 45 grados de inclinación, hasta alcanzar la brecha donde se sitúa el emblemático refugio de Tucarroya, construcción de piedra encajada en la roca de este estrecho paso, donde se tienen las vistas más impresionantes y fotografiadas de la cara Norte del Monte Perdido con el lago helado de Marboré al pie, que se encuentra en pleno deshielo. A él nos dirigimos sin llegar a alcanzarlo para rodear los murallones rocosos  que separan las vertientes y que finalizan en los picos de Astazu. Por neveros poco inclinados y una estrecha lengua que casi termina en la cresta cimera vamos superando esta cuenca de Marboré. La nieve dá paso a una cresta cimera entretenida por la que dá vértigo asomarse a las paredes que se descuelgan al llano de Pailla y Espuguetes de donde venimos. Foto de cima en el Gran Astazu y rápidamente pasando por la brecha donde desemboca el corredor Swan accedemos al Petit Astazu por un senderillo vertiginoso en la vertiente norte por donde se alcanza la cresta cimera del Petit Astazu. Nueva foto de cima y nos preparamos para el larguísimo descenso que nos espera.

La posibilidad de que nos recoja el autocar en el valle de Pineta convierte a la actividad en una intensa y bonita circular. Por los neveros bajamos rápidos hasta llegar a la cruz, desaparecida, del balcón de Pineta, dejando a un lado la brecha de Tucarroya por la que pasamos hace unas horas. El descenso del balcón hasta el valle de Pineta es vertiginoso, en numerosas zetas que van descontando desnivel de los 1.200 metros que hay que descender hasta el fondo del valle. Este desnivel se habrá sumado al final a unos cuantos descensos que ya hemos realizado durante la jornada, por lo que se terminan notando en las piernas los 2.300 metros de desnivel acumulado que llevaremos de descenso, más los 1.400 metros largos de desnivel de subida, que bien merecen un chapuzón en el arroyo al llegar a las praderas de Pineta, donde nos refrescamos por dentro y por fuera a la vez que agradecemos a Óscar y a Marcos que nos hayan acompañado en estas dos magníficas jornadas.

 

Huesca, 4-07-2016

Lola Mas