19 MARZO 2017
Soleado paseo por el Parque de la Sierra de Guara
De Bara fuimos a Nasarre y por Otín y el Real de Mascún terminamos en Rodellar
El pasado domingo a las siete media setenta y cuatro senderistas subíamos a los minibuses para cubrir el largo y sinuoso trayecto que nos separa del pueblo de Bara situado en el límite norte del Parque de la Sierra y los Cañones de Guara.
A falta de unos cuatro kilómetros del pueblo un desprendimiento de rocas obstruía una parte de la pista asfaltada y al orillarse el autobús hundió dos ruedas en un lodazal. Hubo que descender del vehículo, sacarlo empujando y rellenar con piedras las rodadas para poder proseguir, eso sí, gracias a la pericia y habilidad de los conductores. ¡¡Gracias artistas!!
Bara nos recibió con un sol veraniego y con un Alcanadre por el que bajaba un buen caudal de agua y como no hay puente y había que cruzar al otro lado pues hubo que poner en práctica o el lavado de pies imprevisto o hacer “pinganetas” saltando entre las piedras. Superado el obstáculo fuimos siguiendo las marcas rojas y blancas de la GR-1 que de forma suave, con algún pequeño repecho, va ganando altura entre pinares y bojes o matorral en las zonas en que las lajas de piedra han quedado al descubierto. Siempre a nuestra derecha la mole del Cabezo de Guara y las verticales paredes que conforman el barranco de Gorgas Negras cuyo descenso cobra pujanza y revitaliza los pueblos de la zona.
A las once y media llegábamos al altiplano donde se encuentra Nasarre y allí, un poco tarde sobre el horario previsto, almorzamos. Las cuatro casas están en estado ruinoso pero la iglesia de San Andrés, remozada en 1.999, está declarada, con todo merecimiento Bien de Interés Cultural y nos presenta un magnífico ábside con arquillos lombardos ciegos y el característico friso de baquetones de estilo “serrablés”. Por amplio y llano camino, en suave descenso, fuimos alternando zonas de arizones, bojes, tomillo y romero hasta llegar al dolmen de la Losa Mora.
Este monumento megalítico funerario fue excavado hace setenta años y allí se encontraron puntas de flecha, un punzón de bronce y huesos en gran cantidad y son varias las leyendas que sobre ella se cuentan. Al lado un cartel indicativo, todo el trayecto que recorrimos está perfectamente señalizado, apunta que en cincuenta minutos llegaremos a Otín, y así lo hicimos por un camino de herradura limpiado hace poco tiempo.
El pueblo en estado ruinoso conserva intacta la ermita de la Virgen del Barranco y aunque fuera con un minúsculo chorrito su fuente nos permitió llenar las cantimploras. Una senderista que allí nació nos fue contando anécdotas de la vida en el pueblo. Para hacerse una idea de las condiciones de vida señalar que el médico más cercano residía en Adahuesca.
Sin subir al barrio alto del pueblo fuimos bordeando dos o tres vaguadas para encontrarnos con los dos robles, más que centenarios, que son antesala de un extenso cajigar por el que viven cabras asilvestradas. En un recodo del camino queda ante nuestros ojos lo que ya dejó prendado a Lucién Briet: la majestuosidad del barranco de Mascún.
Tras paradas en los dos espectaculares miradores aéreos, emprendimos el larguísimo descenso, la famosa Costera de Otín, que a base de vueltas y revueltas nos dejará en el fondo del barranco, al pie de las caprichosas formas que el hielo, el agua y el viento han esculpido en la roca caliza a lo largo de centenares de milenios y que se conocen con el nombre de Torre de Santiago, la Ciudadela y el siempre llamativo monolito que es la Cuca de Bellostas.
Es muy recomendable volver para proseguir una hora larga barranco arriba, siempre que no circule agua no hay ningún tipo de dificultad, pues cada recodo nos permitirá contemplar la belleza de las caprichosas y monumentales formaciones rocosas del desfiladero.
A orillas del río Mascún comimos y tras cruzarlo un par de veces por pasarelas de piedras llegamos a la intersección con el barranco de Andrebot. Allí el agua vuelve a aparecer con fuerza y abundante caudal en la Surgencia de Mascún frente a la silueta del Delfín, un agujero en lo alto de la pared rocosa que tiene la forma de este animal.
Contemplando y fotografiando las numerosas cordadas de escaladores que se veían por los paredones de la zona y tras cruzar por pasarelas de piedra el rio, ahora con apreciable caudal, deberemos dejarlo y tomar un camino de herradura que sube a nuestra izquierda, la Costera de
Rodellar, que nos llevará al pueblo al que llegábamos a las cinco de la tarde.
Los navegadores de montaña indicaban que habíamos recorrido casi 18 km., en cinco horas netas de caminar y salvando unos quinientos metros de desnivel positivo acumulado.
Para el próximo domingo día veintiséis se ha preparado una ruta circular que partiendo de Alquezar por el puente de Villacantal nos llevará a Asque y Colungo para regresar por el puente de Fuendebaños.
Distancia aproximada a recorrer 17 kilómetros
Desnivel acumulado poco más de 500 m.
Tiempo neto de caminar unas cinco horas y media