Por los Caminos Naturales de la Hoya – 2
Desde Linás de Marcuello a Bolea pasando por la Peña d’o Sol
En la curiosa y enorme Rosa de los Vientos que hay pintada en el suelo, antes de entrar en Linás de Marcuello, nos dejó el autobús a las nueve de la mañana del pasado domingo, allí nos había recogido quince días antes, para proseguir con una nueva etapa por los Caminos Naturales de la Hoya de Huesca.
Teníamos niebla alta y anunciada la posibilidad de lluvias al comenzar la tarde pero nos hizo un buen día para caminar; viento fresco de norte y en algún rato rayadas de sol. Pasado el Centro Museístico de la Escuela Rural de la localidad se accede a una pista que pronto dejaremos para a la izquierda tomar una senda que en continuo pero suave ascenso nos llevará, con cierta comodidad, a una meseta que acoge un interesante conjunto medieval del siglo XII: los vestigios de una formidable torre de vigilancia rectangular rodeada de un recinto amurallado, el sólido paredón que queda en pie es consustancial al paisaje ya que es visible desde numerosos lugares; la iglesia de la Virgen de Marcuello y la ermita de San Miguel.
De aquí nos fuimos en dirección al Mirador de los Buitres pero a doscientos metros, antes de iniciar la pequeña subida, un cartel nos invita a desviarnos por el Sendero dos Fils. Una bonita senda se abre paso entre arbustos olorosos y paralela a la escarpada muralla, de apreciable desnivel, y un relieve muy peculiar y llamativo como consecuencia de rocas firmes junto a otras más blandas y arenosas lo que ha acentuado la estratificación horizontal dando lugar a láminas de rocas superpuestas (fils) que han originado curiosas formas como los muñecos, el tornillo, etc.. En la travesía de hace quince días los pudimos ver desde abajo pero lo aconsejable es verlos desde los dos niveles. Un digno paisaje para hacer lucir las cámara digitales.
Pronto se llega al Mirador de los Buitres un magnífico observatorio de los Mallos de Riglos y punto único para el estudio de la nidificación de los buitres leonados. Hasta el Castillo de Marcuello (pasando por Sarsamarcuello) se llega perfectamente en coche y luego el circuito descrito, bien balizado, se hace con toda comodidad en unas dos horas.
Tras el recorrido volvimos a la ermita de San Miguel y un poco más adelante, en la parte izquierda de la pista, sale una senda, que con un fuerte repecho para empezar, sigue el trazado pegado al borde de la barranquera. La senda se dulcifica en algún tramo pero antes de alcanzar un amplio cortafuegos vuelve a mostrarse con cierta dureza. Alcanzado el cordal aparece una amplia panorámica de la sierra de San Juan de la Peña, en primer término, y por detrás aparecen los picos de los Lecherines, Aspe, etc., bien cubiertos de nieve.
Ahora frente a nosotros se nos presenta una pista que va rodeando el promontorio que conforma el cordal y un cortafuegos que lo ataca de frente. Como buenos senderistas de frente y por derecho, paso a paso o pasito a pasito hasta arriba, eso sí calladitos y respirando hondo.
Un espeso pinar, que de pinos no muy altos pero con robustos y retorcidos troncos cobija un sotobosque de bojes y chinebros rastreros, nos cierra el paso. Es en realidad un islote que sobrevivió al pavoroso incendio que en el año 2001 calcinó en esta zona más de un millón de árboles. Algunos que habíamos caminado por esta zona antes del desastre recordábamos con nostalgia y pesadumbre los hermosos pinares de las laderas orientadas al norte.
Cruzando hacia la izquierda el frondoso pinar se accede a un mirador extraordinario la Peña del Mediodía o Peña do Sol. Es el pico más occidental de la sierra Caballera, inconfundible por su base de rocas calizas y al estar un poco adelantado, como si de un púlpito se tratara, presenta un extraordinario panorama con un ángulo de visión de más de 180º, desde los Mallos de Agüero hasta el pico Gratal, teniendo por frente toda la Galliguera, los pantanos de las Navas y la Sotonera y buena parte de la Hoya de Huesca. Lo dicho un mirador sorprendente.
El descenso a la pista que nos llevará a Loarre es rápido e incomodo, la senda desciende en algunos tramos bruscamente y el suelo es pedregoso y resbaladizo pero con cuidado y buen tino en menos de veinte minutos estamos en el cruce por el que podemos volver al Castillo de Marcuello, bajarnos a Sarsamarcuello o en dirección este cubrir la más de media docena de kilómetros que nos separan de Loarre.
Las pistas se hacen aburridas por monótonas y carentes de visibilidad pero en ocasiones no queda más remedio, bien es verdad que posibilitan llevar conversaciones entre varios y la política, los chistes, el fútbol, los programas de televisión y la cocina dan mucho de sí. Por curiosidad partí como último senderista y fui superando grupos, pues bien los temas de conversación no cambian, si lógicamente los personajes o personajillos.
La pista que vamos recorriendo es por la que se realiza la Marcha de los Castillos que todos los años organiza la Comarca y al cruzar el barranco Palancas un cartel nos anuncia a la izquierda la senda para subir a la ermita de Santa Marina y a la derecha para bajar al pueblo. La amplia senda nos introduce en «el cachicar», cajigar o robledal y cruza varias veces la pista lo que supone alcuerces dignos de agradecer. En uno de estos sufrimos un lapsus y perdimos la senda natural para seguir una de las que emplea el ganado y como suele suceder en estos casos nos pegamos como quince minutos sorteando aliagas, gabarderas y zonas encharcadas, vamos que si tanta pista se había hecho aburrida ahora había que mantener toda la atención para no pincharse, caer o embarrarse y es que el senderismo tiene de todo.
Poco antes de las seis de la tarde nos despedíamos en la Intermodal sin dejar claro la travesía para el domingo día de 2 de marzo y es que como se trata de caminar con raquetas de nieve pues hemos de esperar unos días para ver las previsiones meteorológicas antes de decidir el valle por el que caminar.