Domingo 18 de octubre.
Los 29 peques y pataslargas que salíamos la mañana del domingo 18 desde el aparcamiento del camping San Antón, sabemos que nuestro itinerario no va a estar concurrido al no ser una senda «habitual y fácil». Y eso que probablemente sea uno de los caminos más antiguos del Pirineo. Ya en el año 1100 hay citas de un poblado y hospital de peregrinos en el actual emplazamiento de San Nicolás de Bujaruelo al lado del puente medieval por el que cruzaron viajeros en peregrinación, comerciantes legales e ilegales e incluso ejércitos. Hasta hace tan sólo 40 años aún estaba vivo el proyecto para unir con una carretera por este paraje Torla y Gavarníe.
Tras caminar 300 mts por la carretera que lleva a Ordesa, bien indicada a la izquierda arranca una cómoda senda que suavemente va ganando altura y desemboca en la GR 11 que desde nuestra derecha viene del puente de los Navarros. La senda empedrada a tramos, recuerdo de su importante pasado, nos hace remontar hasta una amplia explanada al sol donde damos cuenta de un merecido almuerzo. Hemos remontado más de 200 mts de desnivel en poco más de kilómetro y medio.
Tras retomar fuerzas, algunas carreras y recolocación de piedras y rocas que al parecer de varios peques, estaban mal emplazadas, seguimos marchando a la sombra por la senda prácticamente horizontal, el itinerario está construido sobre el abismo mediante muros de piedra prácticamente colgados en la pared. De esta manera y por este aéreo pero fácil camino, estamos a más de 100 mts verticales sobre el río Ara, llegamos al “paso de la Escala”. Un inclinado “tobogán” de roca que desciende vertiginosamente hasta el río y que se atraviesa horizontalmente por una faja estrecha y herbosa equipada con un cable y donde Jorge además, ha instalado una cuerda supletoria para asegurar el paso a aquellos que el cable se les queda alto. Superado este momento la senda se torna más civilizada cruzando el barranco de la cascada del salto del Carpín. El río Ara siempre a nuestra derecha y nuestra senda van nivelándose hasta que lo cruzamos por el puente de Santa Elena, puente que compartimos con la pista para vehículos ya que la misma cambia de orilla y nosotros también. Una pequeña parada nutricional y continuamos.
Si bien el paisaje hasta aquí eran vertiginosos precipicios y bosques abiertos, ahora con el río a nuestra izquierda el bosque del Cobatar adquiere tintes de residencia de hadas y duendes, frondosos y enormes abetos, espectaculares y coloridas hayas nos rodean. Peques y pataslargas disfrutan del mágico entorno más relajadamente que en el tramo anterior, la naturaleza en estado puro nos envuelve. Llegamos a la pasarela del puente de los abetos desde donde los colores del otoño sobre el río son una delicia para los sentidos. Sin cruzar el río seguimos caminando tranquilamente pese a que es un poco en subida, las hojas caídas alfombran el sendero y llegamos al cruce del barranco de Escuzana. El valle a nuestras espaldas se torna espectacular, la vista del tímidamente nevado pico Otal sobre el rojizo bosque del Turbón es de ensueño. Ya nos queda poco, cruzando praderas ya vemos el refugio de san Nicolás. Se están volviendo una tradición en pequeguara las amenazas a la organización cuando alguien de la misma decide seguir aguas arriba en vez de cruzar el puente para encontrar una pradera solitaria donde comer. Pradera que está a la escandalosa distancia de 100 metros.
Tras comer, beber, tomar el sol que hemos visto poco en una bonita y estética excursión. Ahora sí, cruzamos el puente que nos devuelve tras 9 kilómetros y 450 mts de desnivel, a la sociedad, al autobús y a la multitud que no ha podido acceder a la pradera de Ordesa y ha venido hoy aquí.
TEXTO Y FOTOS: MARCOS BIELSA ORDÁS