21/10/2018
Otro domingo más nos vamos de excursión con nuestra familia de Peque Guara, somos casi cincuenta, esta vez desde Hoz de Jaca, donde lo primero que hacemos es almorzar para coger fuerzas, aunque la excursión de hoy no reviste mucho esfuerzo.
Comenzamos a caminar por el cómodo sendero PR-HU 78, casi todo por sombra y en descenso. Esto hace que los más pequeños, que me acompañan delante, caminen a buen ritmo.
El bosque caducifolio está lleno de colores en otoño y en algunos tramos caminamos por una bonita alfombra amarilla, tono que han tomado las hojas caídas. Los senderos están muy húmedos, incluso a veces hemos de tener cuidado de no mojarnos los pies ya que encontramos agua en nuestro camino. A pesar de ello, los críos no dejan de hablar, señal de que no se cansan y no hacemos ningún alto prácticamente en toda la ruta. Los niños más mayores les explican a los de menor edad lo que vamos viendo; diferentes setas, acebo, musgo, helechos…Y también se cuentan los sitios que han visitado y las excursiones que han hecho.
Cruzamos el barranco del Espumoso, con mucho cuidado porque se ha soltado una de las sirgas que hacían de pasamanos en el puente, pero así le da más emoción. Todos quieren pasar solos, sin ayuda de los mayores, aclarando cada uno su edad para que veamos que ya no nos necesitan en estos imprevistos.
Cuando empezamos el descenso, la bajada muy pronunciada, se nos presenta con bastante barro y tenemos que tener cuidado con los resbalones. Algunos de los niños se hacen con palos a modo de bastones, para facilitar la bajada e incluso se atreven a andar un poco más ligeros. Los papás, más prudentes, se lo toman con más calma.
Una vez volvemos al terreno llano, aparecen los abandonados búnkeres de la “Línea Pirineos”, que hacen la excursión más entretenida. Casi todos los peques quieren atravesar uno de ellos (subterráneo) y también algún adulto. Cualquier ocasión es buena para pararse a jugar, así que cuesta un poco volver a arrancar. Ya queda poco para llegar a nuestro destino y todos empiezan a preguntar si es la hora de comer.
Pasamos junto a la vía ferrata de Santa Elena y llegamos hasta otro impresionante búnker, esta vez en forma de pasadizo y habitáculos excavados en la roca, que recorremos de principio a fin. Unos minutos más y llegamos al famoso dolmen y el calendario celta. Como hace calor y todos tenemos hambre, hacemos una foto de familia y nos apresuramos por la pista que sube hasta la Ermita de Santa Elena, pasando por el fuerte fusilero.
En la explanada cubierta de césped, delante de la Ermita, nos acomodamos, unos al sol y otros a la sombra, para disfrutar de la comida, del lugar y de la compañía. Después toca la sobremesa. Los mayores: unos charlando, otros sesteando, otros visitando el mirador de la cascada…Los peques prefieren jugar en la fuente de la Gloriosa y gracias al buen tiempo algunos acaban refrescándose.
Después de un largo rato de descanso volvemos a bajar para coger el autobús de vuelta a casa, y algunos ya preguntan dónde iremos en la próxima salida.
Laura Llovería