PEQUE GUARA EN FAMILIA
DESCUBRIENDO ORDESA
De nuevo somos más de setenta entre niños y adultos los que este domingo nos hemos subido a los autobuses en esta ocasión para ir a Ordesa. El día ha salido algo más cubierto de lo inicialmente previsto, pero no parece que vaya a llover o por lo menos es lo que esperamos.
La excursión de hoy empieza en el aparcamiento asfaltado que hay unos kilómetros después de pasar Torla. Ya junto al parquin está señalizado el Camino de Fabatons que empezamos a seguir y que paralelo al río Ara nos lleva hasta el Puente de los Navarros (lástima que el estado en que se encuentra no nos permita cruzarlo). Aquí cambiamos de camino y en larga columna encabezada por los más pequeños tomamos el GR que nos llevará a la Pradera de Ordesa, cruzamos el puente de la Ereta o de la Canaleta ya sobre el río Arazas que baja de Ordesa, desde las faldas de Monte perdido y cerca de su desembocadura en el río Ara, donde unas grandes pozas evocan un sugerente baño en sus aguas, que evidentemente no hacemos ya que no está permitido el baño en este lugar.
A partir de aquí el camino empieza a subir, pero llevamos poco tiempo andando y los niños suben rápido, tanto que hay que ir frenándolos y parando para no cortar mucho la larga columna de senderistas que vamos hoy, de hecho esta va ser una constante durante toda la excursión, los pequeños están fuertes y van andando y jugando todo el camino. La subida nos hace entrar en calor y nos despojamos de las chaquetas que ya sobran. Llegamos al punto en el que unos carteles nos indican los caminos que podemos tomar, dirección Torla, o a Ordesa por el camino de Turieto Bajo y Turieto Alto. Nuestro grupo inicia la subida por el de Turieto Bajo, que discurre paralelo al río Arazas y desde dónde podremos contemplar las cascadas que este forma en su recorrido.
Pronto el camino suaviza su pendiente y no sudamos para andar por la senda, que en un pequeño claro del bosque por el que vamos nos permite contemplar primeramente la cascada de Molinieto, apenas una hora después de haber empezado a caminar. A partir de aquí nos adentramos algo más en el bosque que poco a poco va cambiando su vegetación, empiezan a aparecer algunas hayas que después de un verano tan largo y seco, apenas tímidamente comienzan a cambiar el color de sus hojas antes de dejarlas caer. El bosque es espeso, a lo largo del camino con la ayuda del naturalista Miguel Ortega que hoy nos acompaña intentamos identificar las diferentes especies de árboles que nos encontramos por nuestro camino: abetos, pino royo, serval de los cazadores, arces y otros muchos que nos cuesta recordar, es un placer escuchar sus explicaciones y la forma de transmitirnos sus conocimientos. A lo largo del camino vemos como lo árboles van poco a poco adquiriendo sus tonalidades otoñales.
El camino nos lleva ahora hasta el mirador sobre la cascada de Tamborrotera, que el sonido de sus aguas nos anuncia antes de llegar a verla. Los niños no están cansados, fuertes continúan encabezando la excursión, o quizás son las ganas de llegar a la pradera para comer y saciar su hambre lo que les mueve tan rápido. Pronto llegamos a la cascada de Abetos, más adelante podemos ver junto a un puente el monumento a Lucien Briet. Contemplamos las primeras nieves recién caídas sobre la cima de Mondarruego, el perfil tan característico del Tozal del Mallo y las grandes paredes que se alzan sobre el Valle de Ordesa.
Nuestro primer destino está cerca y vemos el lugar dónde se inicia el camino de Turieto Alto por el que volveremos después de comer. Cruzamos un puente, poco más adelante otro y seguidamente vemos la carretera que en apenas unos minutos nos deja en la Pradera de Ordesa.
Una vez aquí rápidamente nos acomodamos en el suelo y al momento se hace el silencio, el tímido sol que aparece entre el cielo gris nos calienta el cuerpo, apenas escuchamos a los niños mientras comemos, que rápidamente sacian su hambre y juegan en la pradera. Antes de ponernos en marcha nos hacemos la habitual foto de familia y de nuevo Miguel nos ofrece a todos sus explicaciones que escuchamos alrededor suyo con atención.
Ahora volvemos unos minutos sobre nuestros pasos hasta el lugar donde empieza el recientemente reabierto camino de Turieto Alto. Durante años este camino ha estado cerrado y si el camino por el que hemos llegado no es muy transitado, en este no nos encontramos a nadie. Ya veníamos advertidos de la belleza de este entorno que ahora transitamos, la Selva de Turieto, grandes árboles alzando sus copas al cielo que apenas dejan pasar la luz, árboles caídos hace años en lenta descomposición, un suelo alfombrado de musgo y hojas caídas nos ofrece un paisaje que deleita nuestros sentidos.
Casi sin darnos cuenta, absortos en el paisaje que acabamos de descubrir, el camino inicia un fuerte descenso que hace que tengamos que ir con atención, de vez en cuando una parada para reagruparnos, no hay forma de hacer que los niños vayan a un ritmo constante y más lento, todavía tienen fuerzas para seguir corriendo.
De nuevo llegamos al punto en el que confluyen los caminos por el que hemos pasado por la mañana, y tomamos el que nos lleva hasta el Puente de los Navarros y que en poco más de media hora nos dejará de nuevo en el lugar que hemos empezado a andar esta mañana y dónde los autobuses están ya esperándonos. Algunos llegan más cansados que otros, han sido algo más de doce kilómetros y un desnivel positivo acumulado de unos cuatrocientos metros, pero los incombustibles niños no suben al autobús sin antes reclamar su dulce premio.
En esta ocasión ha sido un día largo, hemos cubierto una distancia superior a la habitual, hemos ido a uno de los lugares más frecuentados de nuestra provincia, por uno de los caminos más desconocidos, hemos disfrutado del tímido comienzo otoñar de los árboles, de un paisaje espectacular que nos deja un grato recuerdo, pero sobre todo hemos disfrutado de la naturaleza en familia, que ese es siempre nuestro objetivo.
Javier Lázaro
