Por las canchaleras de los ibones de Remuñe
Tras el parón veraniego recorrimos el abrupto valle de Remuñe y algunos bajaron por el de Literola
Tras los dos meses de parón de las actividades de senderismo de Peña Guara las retomamos el pasado domingo para recorrer uno de los parajes más singulares del valle de Benasque.
Unos trescientos metros antes del final de la carretera, que tras pasar Benasque y el desvío a su Hospital debía servir de conexión con el valle francés de Luchón, comienza el estrecho y tortuoso valle de Remuñe que discurre pegado al torrente y paralelo a la divisoria pirenaica entre los picos de Maupas, Boum y del Puerto Biello o Mall Pintrat. A las diez menos cuarto de la mañana emprendíamos, cuarenta senderistas, el corto repecho que da entrada al valle y nos dividimos en dos grupos. Una decena de compañeros, en plena forma, iban a recorrer todo el valle y por el Portal de Remuñe, collado cercano a los dos mil novecientos metros, cruzar al limítrofe valle de Literola pasando por su espléndido ibón Blanco al pie del macizo de Perdiguero.
El resto, sin prisas pero sin pausas, fuimos disfrutando primero de esos magníficos prados, por cierto con abundantes y variadas setas, que rodean los esbeltos pinos negros que se asientan en la entrada. Pronto empieza el valle a mostrar las peculiares características de un valle glacial, enormes paredones verticales de granito pulido y una caudalosa “aigüeta” que discurre entre grandes bloques de piedras con continuos saltos y rápidos. El sendero es claro y sube con suavidad, en la mayor parte de sus tramos, pero al superar la zona de arbolado deja ante nosotros una pedrera por la que hay que ascender con cuidado para coronar un altozano que pone ante nuestros ojos la parte media del valle y al fondo las puntiagudas crestas que unen los dos tres miles que coronan el valle: el Maupas y el pico d’el Boum, que se presentaban blancas por nevadas recientes. A resaltar que el cordal no sólo separa España de Francia sino también la divisoria de vertientes atlántica y mediterránea
Desde el altozano la senda desciende con rapidez hasta la orilla del río y lo va siguiendo, entre bloques de granito que hay que esquivar, rodear o superar saltando para llegar a la Pleta d’es Capellans. Aquí el río discurre plácidamente por un terreno llano, herboso y en algunos trechos encharcado con una magnífica vista hacia el sur de la Tuca de Alba y las de Paderna. Junto al rústico puente almorzamos con un espléndido sol y una agradable temperatura.
La senda no cruza el barranco pero para subir al ibón es necesario cruzarlo y ascender hacia nuestra izquierda dejando a la derecha un majestuoso y esbelto escarpe rocoso. La subida es cuando menos tortuosa, se camina entre bolos de granito, corros herbáceos y pegados al desagüe del ibón que en ocasiones no se ve pero se le oye correr bajo las piedras. A media ladera hay que atravesar una canchalera, bien señalizada con mojones, que exige mucho cuidado al saltar de pedrusco en pedrusco. Una vez superada ya sólo nos queda un corto pero fuerte repecho para entrar en la cubeta del ibón grande.
Todo el esfuerzo queda recompensado de inmediato. Los paredones rocosos que lo acogen, unas aguas azuladas que contrastan con el verdor de la hierba y las canchaleras que llegan hasta la misma orilla, una vista hacia el fondo ya comentada y hacia el sur toda la zona de los Llanos del Hospital y el Plan d’Estan, conforman un paisaje espectacular. Y como donde se está bien, buen rato, pues buen rato estuvimos.
Para llegar al segundo ibón, bastante más pequeño, hay que volver a hacer piruetas pues deberemos atravesar otra canchalera por lo que hay que volver a poner en sintonía el sentido del equilibrio y la prudencia. De este segundo ibón una senda nos baja hasta el fondo del valle a la llamada Pleta de Remuñe donde retomamos la senda de la que nos habíamos desviado y ahora en sentido descendente y pegados al barranco fuimos caminando siempre avanzando con cierta dificultad pues son continuas las pedreras, los pedruscos o las lajas de piedra que obligan a ir pendiente de los mojones que van indicado la ruta a seguir. A las tres de la tarde llegamos a la carretera donde nos esperaba el autobús.
Tras comer y para esperar a los compañeros que habían elegido la ruta larga nos alargamos a volver a admirar ese rincón que es la joya de Benasque: Las Gorgas de Alba. Una auténtica joya natural a la que se accede en poco más de veinte minutos por una cómoda senda..
Los navegadores de montaña marcaban que habíamos efectuado un recorrido de casi nueve kilómetros y medio, salvando un desnivel de casi quinientos metros en tres horas y cuarto netas de caminar.
El próximo domingo día trece Rutas por la Provincia tiene planificado un recorrido por el valle del Isábena que termina en el Monasterio de Obarra.