Por el alto valle del Aragón Subordán con mucho calor
Subimos por Guarrinza atravesamos Aguas Tuertas y por el collado de Gabedaille terminamos en Francia.
Un poco antes de las nueve y media del pasado domingo nos dejaba el autobús a cincuenta senderistas donde termina la pista asfaltada al comienzo del valle de Guarrinza. A decir verdad, desde Oza la pista tienen muchas más zonas con piedras, agujeros y tierra que asfalto.
Tras cruzar el puente sobre el río la pista nos conduce al refugio de la Mina, antiguo cuartel del Cuerpo de Carabineros, y aquí comienza una senda por terreno herbáceo, sólo alterada por las escorrentías que provienen de la sierra limítrofe con Francia que tenemos a nuestra izquierda, que sube de forma continua pero muy suave. No muy lejos se adivina a la derecha un pequeño promontorio coronado por un altivo menhir y hacia él nos dirigimos. En el túmulo que fuera monumento megalítico funerario conocido como el Camón de las Fitas se nos presentan, rodeando una dolina, lastras o losas desperdigadas de piedra arenisca trabajadas, escuadradas y desbastadas que formaban un claro círculo, crómlech, y en el que se realizaron trabajos en busca de restos arqueológicos pero sin mucho éxito. Allí, aprovechando las piedras como cómodos asientos, permanecimos almorzando y contemplando hacia el norte toda la zona de los Alanos, Chipeta y Acherito como picos más representativos hasta que a las once continuamos nuestra marcha.
Sigue la cómoda senda hasta encontrarse con un promontorio rocoso, éste de mayor altura, que dejamos a nuestra derecha para llegar a una majada donde pastaba un buen rebaño de vacas. A partir de ahora el terreno se va volviendo más abrupto hasta llegar a la orilla del río que salvaremos por el puente de los Chitanos. Hubiéramos podido salvar el desnivel que nos llevaría a la pista y continuar por ella pero optamos por proseguir por el barranco hasta acercarnos a las cascadas del Achar de Aguas Tuertas y emprender la dura subida que se salva mediante amplias lazadas hasta llegar al refugio situado en la morrena central que cierra Aguas Tuertas.
Ante nosotros se extiende una gran llanura cubierta de hierba (más de 2 km. de larga por unos 350 m de ancha ) que se formó al colmatarse el ibón que aquí hubo. En esta zona el río serpentea buscando salida, conformando meandros continuos y por lo retorcido de su cauce la zona recibió el nombre de «aguas torcidas» de donde proviene lo de aguas tuertas. Tras un buen rato para recuperarnos del fuerte repecho superado, acrecentado por el calor, nos fuimos a ver el dolmen.
El dolmen de Aguas Tuertas es uno de los monumentos megalíticos mejor conservados de los muchos que hay en los alrededores. Se compone de una losa de cubierta y tres losas laterales, dispuestas una a cada lado, además de una cuarta más pequeña en la entrada, a modo de losa de cierre. Pasadas la una y cuarto comenzamos a atravesar el llano evitando las zonas encharcadas y los lodazales que provocan las escorrentías que bajan por nuestra derecha, alguna de las cuales nos proporcionó «bendita agua fresca y abundante». Por praderas, unas veces cerca y otras más alejado, el Aragón Subordán sin murmullos, apacible y sinuoso muestra su fondo arcilloso que contrasta con el verde de los prados y con la grisácea sierra de Secús que al fondo, con algunas palas de nieve, cierra tan idílico valle.
Como curiosidad o paradoja hay que significar que estábamos caminando por tierras ansotanas ya que por un privilegio concedido por Jaime I el Conquistador se adjudicó al municipio de Ansó una larga línea fronteriza con Francia con derecho exclusivo a todos los pastos y la contraprestación de que debían de defenderlo y actuar de jueces en los casos de litigios. A las dos y media, tras un buen descanso a la orilla del arroyo de la Rueda, auténtico nacimiento del Aragón Subordán, emprendimos la penúltima dificultad de la jornada para ganar el puerto de Gabedaille y pasar a Francia. Poco antes de llegar nos separamos de la GR-11 que por el puerto de Escalé o Aguas Tuertas se dirige al ibón de Escalés.
En territorio francés el paisaje cambia brutalmente de terreno llano a fuertes desniveles descendentes, de no ver un árbol a frondosos hayedos, de cómodo caminar a estrecha senda que en algún trecho exige cuidado, así hasta confluir con una pista que da acceso a una granja ganadera.
A las tres y media decidimos que ya era hora de comer y algunos, porque así estaba programado y consensuado, lo hicieron a base de sartén que es como deben cocinarse los productos de la matacía. Tras la comida y contemplar la llamativa cascada de L’Espelunguere recorrimos la pista asfaltada que termina en Les Forges d’Abel donde esperaba el autobús.
Los navegadores de montaña indicaban que habíamos recorrido casi 20 km. en un tiempo neto de 5:30 h, salvando un desnivel de subida de 510 m. y de más de 700 m de bajada
El próximo domingo día 21 de junio la caminata programada recorrerá el valle de Trigoniero.