Domingo 26 de febrero
Recibiendo a Juliette: viento gélido, cambios de planes y sensaciones agridulces.
José Orte
El pasado domingo día 26 de febrero, se celebró la tercera y última salida promocional de esquí de montaña para los participantes en el curso anual de Peña Guara. La llegada de la borrasca Juliette a punto estuvo de arruinar completamente una salida que pareciera estar gafada de antemano. Esta ruta, debiera haber sido la primera del año por belleza y por dificultad del recorrido, ideal para iniciarse en esto de “las focas” tras un curso de iniciación, pero complicaciones logísticas la dejaron en suspenso hasta el pasado domingo.
Pese a las malas previsiones meteorológicas y como viene siendo habitual, las plazas para la salida estuvieron caras de conseguir ya que desde el club se prioriza a cursillistas y sortean las plazas libres hasta completar un cupo de 30 entre el resto de socios interesados en el club.
Con el cupo completo las nevadas del sábado al domingo hicieron una buena criba ya antes de comenzar la salida. La carretera entre Ansó y el refugio de Linza descartó a los menos osados y a aquellos que no contaban con cadenas o ruedas de invierno. La ventisca a punto estuvo de desanimar al resto de los valientes que se aventuraron a completar esos 20km de carretera antes de las 9:00 del domingo.
En el refugio de Linza (1.344m), tras un buen rato de sopesar opciones y ante una mínima tregua del aire, se decidió establecer una ruta alternativa a la circular habitual, que trataría de llegar hasta el Pico Petrechema (2.371m) por el fondo del barranco del mismo nombre, lo que normalmente es el itinerario de retorno. Con estas condiciones de vientos huracanados, no tenía ningún sentido intentar subir hacia la Paquinza y exponerse sin motivo.
La salida por el barranco de Petrechema, además de alguna discusión, en parte merecida por molestar a los esquiadores del circuito de Fondo pisando en una ocasión la huella marcada, nos regaló una estampa que sólo se puede disfrutar en estos días de borrasca, de viento impenitente y sol hereje. Un manto de nieve polvo arraigado entre el hayedo protector, con hipnóticas luces y sombras bailoteando al son del tímido sol filtrado y tamizado por el denso bosque.
Estampa que a algunos cuantos nos compensó el madrugón, el frío en manos y cara pese a guantes, gorros y buff calados hasta las gafas. Desde el fondo del barranco, salvamos la primera pala casi copiando el camino de verano, hiriendo a la pendiente con una profundísima cicatriz gracias al buen hacer de Marga abriendo huella cual eficiente quitanieves. Aunque tamaño esfuerzo no tuvo recompensa: al llegar a las Foyas del Ingeniero, y antes de comenzar la segunda pala para llegar al collado de Petrechema o Ansó (2.100m), todo el poder de la borrasca se embocaba hacia nosotros con tal furia que nos hizo desistir de seguir más allá.
Tomamos la pala oeste de retorno, esperando disfrutar del mismo polvo pisado en el bosque y en la subida… Esperanza vana, el aire había fabricado una costra helada sobre la que sobrevivir bajando, por no decir esquiar. Cada cual hizo lo mejor que pudo hacer hasta volver a la protección del bosque para esa vez sí, volver a disfrutar del resguardo y las preciosas imágenes de un hayedo nevado.
La prudencia, (o la buena educación), nos llevaron a evitar volver a meternos en los dominios de los esquiadores de pista para no generar más conflictos, y eso fue otro error. Calzamos focas para subir hacia el camino de verano, y esquiar en lo posible hasta llegar al refugio sin tocar el circuito de fondo. Pero de nuevo, los vientos huracanados no dejaron más que otra costra innavegable que lesionó a una de las participantes en la salida. Se organizó su traslado con los medios que se han aprendido en los cursos, gracias a que ya estaba cerca del refugio. y cerramos el día huyendo de allí ante el aviso de que la carretera no iba a ser limpiada de nuevo y estaba volviéndose a tapar con la nieve arrastrada desde las cimas de todo el valle.
En resumen, el esquí montaña no sólo son días azules, esquiadas sobre nieve polvo, días de conquistar cimas y tomar un bocado mirando al valle bajo el mar de niebla… Hay días de improvisación, de resiliencia, de tomar decisiones acertadas o no, de limitarte a sobrevivir y sin embargo ser premiados con estampas imborrables… o lesiones inmerecidas. En suma sensaciones agridulces pero también un gran aprendizaje que rubrica lo aprendido en el curso: en el esquí como en la vida, hay días de todo y hay que estar preparado y dispuesto cuando vienen mal dadas.