Travesía 359 – Moncayo

 

Fortísimo ventarrón por el Moncayo

Las adversas condiciones meteorológicas nos impidieron alcanzar el pico de San Miguel

Tras pasar Zaragoza y Borja, camino de Tarazona, un desvío nos señala la dirección de Vera de Moncayo, pueblo que se atraviesa antes de llegar al Monasterio de Veruela desde donde una pista forestal, asfaltada en unos quince kilómetros, parte a la derecha y nos llevará, por el Centro de Interpretación del Parque Natural del Moncayo en Agramonte, al aparcamiento hasta donde pueden acceder los autobuses.

Conforme nos acercábamos íbamos contemplando desde el autobús la cima del Moncayo que tenía la clásica “boina” que normalmente augura frío y viento, todo ello bajo un cielo encapotado que en ocasiones dejaba caer una débil lluvia. Con estos antecedentes a las diez y cuarto del domingo pasado cincuenta y un senderistas tomamos la decisión de emprender el ascenso al pico. Tras recorrer unos trescientos metros por la pista, que con un excelente piso sube al Monasterio, un cartel nos invita a adentrarnos en el bosque por una amplia senda que sube de forma continua pero muy suave. Cruza la pista y vuelve a introducirse por el pinar pasando junto a un antiguo pozo de nieve con su cartel explicativo pero derrumbadas sus paredes.

Una hora más tarde estábamos almorzando en el Santuario de Nuestra Señora del Moncayo a 1620 m. de altitud. Aquí empezaban a ser patentes las fuertes ráfagas de viento en ocasiones acompañadas de gotitas de agua. Desde el mirador del Santuario se observa un llamativo paisaje, al fondo, algo difuminadas, las tierras del Somontano del Moncayo y a nuestros pies un mar de especies vegetales que empezaban a desplegar el abanico multicolor propio de principios de otoño con una inverosímil gama de amarillos, ocres, marrones y verdes que se entremezclan en los tupidos bosques que tenemos  por debajo. Hasta este punto se puede subir en turismo.

A la izquierda parte la senda que ahora sube con una pendiente más fuerte pero pronto se dulcifica gracias a las muchas lazadas que hace a través de los pinos negros, cada vez más salteados, hasta llegar al  pozo de San Miguel o del Cucharón donde, más allá de unos pequeños prados de montaña, se inicia una pedrera que domina toda la ladera que se podía ver. El sendero que asciende por la canchalera se nota que está muy cuidado, en los recodos hay muretes de mampostería seca para protegerlo de la erosión, realiza numerosas lazadas para superar la fuerte pendiente y  las piedras más grandes delimitan con claridad el camino a seguir. Por el ascendimos hasta casi llegar a la cota dos mil metros, a falta de menos de cuatrocientos metros de desnivel para llegar a la cumbre.

En este punto la lluvia era más fuerte, las ráfagas de viento te hacían tambalear si los pies no estaban bien apoyados, la niebla impedía la visión hacia arriba y eran muchos senderistas los que bajaban diciendo que las condiciones para atravesar la cresta eran infernales por lo que la mayoría decidimos darnos la vuelta. ¡¡El Moncayo nos esperará el próximo año!!

Descendimos al Santuario, nos acomodamos un rato en el bar y luego nos dirigimos a la Fuente y a la ermita de San Gaudioso donde estuvimos más de un cuarto de hora antes de empezar el regreso al autobús pues al estar más bajo los efectos de la ventolera  tan apenas se notaban. Descendiendo tuvimos tiempo de admirar un magnífico hayedo y un bosque de pinos rojos de repoblación que llama la atención por la esbeltez de sus troncos altos, rectos y simétricamente colocados y en cuyos pies nacen numerosos acebos.

Entre las hayas del aparcamiento de autobuses, junto a la Fuente de los Frailes,  comimos y esperamos a nuestros compañeros que por poco no pudieron hacer cima y es que la niebla todos sabemos que es el gran enemigo de los senderistas.

El navegador de montaña nos indicaba que habíamos recorrido caso ocho kilómetros y medio, salvando un desnivel de 565 m. en un tiempo neto andando de casi tres horas.

El próximo domingo día 11 por el valle de Benasque la sección de Rutas por la Provincia saldrá de la Besurta para por los ibones de Villamorta llegar a Aigüalluts y luego hasta el ibón de Toro.

La cubierta vegetal de la montaña mágica de Aragón reproduce en apenas 20 kilómetros de longitud y a lo largo de unos 1.000 metros de desnivel la zonación vegetal que se da entre los países mediterráneos al Sur y los boreales del Norte. Los cambios en la vegetación relacionados con la altura son extremadamente bruscos, sobre todo entre los 800 y 1.000 metros, donde llegan a confluir especies de la Europa mediterránea y boreal.

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