Travesía 348 – Bolea – Ermita de la Trinidad – Pozos de nieve – Nueno

Con nieve y fuerte ventarrón por toda la sierra de Gratal

Saliendo de Bolea llegamos a Nueno visitando los pozos de nieve de Las Calmas

 

Siguiendo el Camino Natural de la Hoya realizamos la temporada pasada los tres primeros tramos, el pasado domingo continuamos con el tramo nº 4: Bolea-Arguis aunque lo modificamos para  terminar en el pueblo de Nueno.

Un cuarto de hora antes de la nueve partíamos de  donde comienza la carretera a Puibolea, con un viento racheado y fresco que, el medio centenar de senderistas,  esperábamos se calmara conforme el sol comenzará a calentar.

Recorrimos la amplia pista recién acondicionada entre campos de cultivo, olivares, almendrales y sobre todo cerezos. ¡Qué diferencia de vista a cuando están en flor y un manto blanco cubre toda la zona que con su peculiar microclima nos da unas cerezas de extraordinaria calidad allá por el mes de junio!. En la ermita de la Trinidad (s. XVII ) nos pusimos a almorzar bien protegidos del viento, que no menguaba.

A las diez menos cuarto comenzamos la senda, que de allí parte, para ir ascendiendo de manera continua, con algún repecho durillo, pero en general las abundantes lazadas la hacen llevadera, más todavía cuando te introduces en el pinar y el suelo queda almohadillado por las agujas de pino. Cruzados los manantiales de Chordana poco queda ya para llegar al Cuello d’os Pozos. Nunca habíamos visto el pozo con nieve y con bastante espesor pues en los alrededores el viento había llevado una capa de palmo y medio.

Aquí dejaremos las señales de la GR 1, pues nos llevarían a Bentué de Rasal, por lo que nuestro siguiente objetivo será ascender al collado que se ve hacia el noreste. En condiciones normales es un camino cómodo tanto por el piso como por la inclinación pero el domingo nos puso a prueba como senderistas. Un ventarrón racheado, lo más parecido a una fuerte ventisca en pleno Pirineo, lanzaba la nieve en todas direcciones y claro cuando  daba por la espalda pues bueno, pero cuando en el siguiente giro del camino te daba contra la cara era muy, muy molesto además caminábamos sobre un lecho de nieve de diez o doce centímetros pero en determinado puntos el viento había acumulado auténticas dunas de nieve en las que en ocasiones te hundías más de dos palmos.

Alcanzado el collado entramos en un terreno más resguardado, es la zona que han acondicionado con mesas y bancos y que un panel informativo lo define como el Mirador de Peña Gratal. Ahora al viento se une el barro ya que al ser zona soleada y resguarda, la nieve se está deshaciendo y el camino alterna charcos, barrizales y corritos de nieve,  eso sí, la silueta del mazacote de Gratal quedaba enmarcada en un cielo de un azul intensísimo. ¡Bonita vista del pico y de una buena parte de la Hoya oscense!.

Prosiguiendo por pista flanqueada del clásico matorral de montaña: pequeños bojes y grandes aliagas y erizones, llegamos a la bifurcación que se dirige al collado de Sarramiana, por donde se llegaría al hayedo del Peiró y se bajaría al pueblo de Arguis. Nosotros seguimos la pista de la derecha, hacia el este, para tras una breve subida alcanzar los llanos de Pinarón.

En este punto, a 1.450 m. de altitud y siendo la una y cuarto, hubo que tomar la decisión de formar dos grupos, uno más numeroso, proseguiría por la ruta trazada y otro grupo se quedaba para ayudar a una compañera que desde ya hacía un rato daba síntomas de extremo cansancio, con vómitos y mareos por lo que llamamos  a la Guardia Civil de Montaña  para que vinieran a socorrernos. Nos comunicaron la imposibilidad de volar del helicóptero dadas las fuertes rachas de viento y que se desplazarían dos guardias con una camilla para trasladarla. Quedamos en el lugar que los esperaríamos y allí aguantamos haciendo una pantalla para proteger a nuestra compañera de las polares rachas de viento. Ayudamos a los dos guardias a bajar la camilla por la empinadísima trocha por donde va enterrada la conducción del gas, que además estaba con 20 centímetros de nieve, hasta donde tenían el todoterreno y ellos la trasladaron a Huesca. Eran las cuatro y veinte de la tarde. ¡¡ Gracias una vez más a la Guardia Civil que nos solucionó el preocupante problema que padecíamos!!.

El grupo que continuó la travesía me cuentan que fueron siguiendo la pista con la vista puesta en los ondulados y conocidos Montes de las Calmas, pisando un notable grosor de nieve y en ligero y prolongado ascenso hasta que apareció ante ellos la impresionante mole del pico Gratal (1.567 m), con un tono grisáceo por la ligera capa de nieve que guardaba en sus laderas. Dejaron a la derecha la zona de los Fenales y continuaron  por  un pinar con ejemplares notables, aunque  algunos de ellos sólo conservan los troncos y ramas secas, como consecuencia de un incendio acaecido años atrás.

En la collada abandonaron la pista que se dirige a los pozos de nieve y acometieron la empinada ladera hasta alcanzar el punto geodésico llamado de Gratal. Soportando un fortísimo viento, cresteando entre erizones cubiertos de nieve y buscando el camino por entre la zona boscosa alcanzaron el collado de Las Calmas.

Para protegerse del viento comenzaron el descenso por la senda que baja a la localidad de Nueno y con la panorámica de Guara y la Hoya de Huesca se detuvieron media hora para recuperar las fuerzas gastadas después de bastantes horas de caminar.

Retomaron la marcha y según fueron descendiendo pasaron por los pozos de nieve denominados Las Calmas IV, V y VI, recientemente rehabilitados y protegidos. Los carteles informativos detallan esas construcciones, edificadas en piedra seca, que a lo largo de los siglos XVII y XVIII se destinaron al almacenamiento y conservación de la nieve y fueron parte elemental de un importante comercio que perduró hasta que los adelantos técnicos, con la llegada del hielo artificial, condenaron al olvido.

El descenso se hace largo, los kilómetros recorridos se notan en las piernas, pero al llegar al autobús el comentario general es que las emociones vividas a lo largo de la jornada han valido la pena y de la excursión queda un grato recuerdo.

Los navegadores de montaña mostraban que habíamos recorrido 21 km. durante seis horas y media netas de caminar y salvando un desnivel acumulado de casi 1.600 m.

La próxima travesía el día uno de marzo será un paseo con raquetas por el valle francés de Aneou,  en la zona del Portalet.

 

 

 

 

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