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Ruta nº89 – Linas de Marcuello – Riglos

Domingo 26 de marzo

Un domingo más el grupo de Peque Guara salió a conocer una parte de nuestro territorio. Esta vez tocó admirar los Mallos de Riglos con una andada desde Linás de Marcuello hasta la misma base de los Mallos en el pueblo de Riglos. 

La salida comenzó con sol y buen tiempo, con el cielo salpicado de espesas nubes dispersas. Nubes que hacían baja bastante el calor cuando tapaban la luz, por lo que todos tuvimos que jugar con capas y cremalleras para adaptarnos a la temperatura cambiante.

Desde Linás ascendimos del tirón hasta las ermitas de Marcuello y de San Miguel, todo el desnivel de la excursión de golpe y de inicio. Pero la juventud es valiente y todo el mundo subió sin problemas. Arriba nos esperaban ambas ermitas, los restos de la Torre de Marcuello y un visitante que nos acompañaría casi todo el resto del camino: el viento. ¡Cómo soplaba! 

Nos resguardamos del aire y almorzamos algo allí en lo alto disfrutando de las vistas desde tan privilegiada atalaya: Gratal, el pantano de la Sotonera, gran parte de la Hoya de Huesca, los escarpes de Los Fils y los buitres sobrevolando nuestras cabezas bailando con el viento. 

El camino desde ese punto fue ya todo de bajada. El mismo viento que levantaba los buites nos zarandeó hasta que el camino se internó entre cortados. Y sin previo aviso llegamos a una de las estampas más bonitas del día. Bajando desde el collado de San Román vimos los Mallos desde una perspectiva menos habitual, desde el inicio del barranco de la Mota. El paredón de los Butres a la derecha, cargado de nidos de buitres leonados; la pared coronada por el mirador de los buitres a la izquierda; y de frente los mallos de Riglos, pequeños y grandes, vigilados desde lejos por Peña Rueba. 

Caminamos a los pies de estas formaciones salpicadas de escaladores y pensé en la mala suerte que han tenido los mallos «pequeños» que son formidables pero empequeñecidos lógica e injustamente por sus hermanos mayores. 

Llegamos a Riglos con el polvo del camino en las botas y hambre en el estómago. Y tras comer dimos por terminada esta andada por una de las joyas más reconocida de nuestra geografía. ¡Hasta la próxima Mallos de Riglos!

Víctor Guerrero