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Ruta nº79 – Ascensión al Pico Presín

POR LOS SENDEROS DE NUESTROS TATARABUELOS

PEQUE GUARA – PEÑA GUARA

Cuando paseamos por alguna de las sendas de nuestro territorio sin más objetivos que el del disfrute mental y deportivo, nos olvidamos que esas rutas no son sólo para llegar a un pico, a un collado, a un ibón. Esos caminos fueron abiertos, utilizados y mantenidos por nuestros no tan lejanos antepasados, para unos fines que distaban muchísimo de la utilización lúdica que les damos ahora. No es raro encontrarse en mitad de un boscoso paraje unos restos de muros, o las ruinas de una antiguo edificio, o lo que queda de una senda empedrada. Cuando la gente hace cien años recorría la senda que atravesando la sierra de Javierre pasaba cerca de la cima del pico Presín, no buscaba a buen seguro las bonitas vistas ni el soberbio paisaje ni la soledad de la montaña. Pastores, carboneros, comerciantes de hielo, viajeros que más por necesidad que por capricho cruzaban la sierra desde el valle del río Garona al valle del río Matriz para comunicar los pueblos de Rasal, Bentué de Rasal, Escusaguás, San Vicente, Aquilué y el nuevo pueblo de Caldearenas, recién nacido con estación de tren, fábrica de harinas y turbina para generar electricidad. Hace tan sólo cien años habitaban entre éstos seis municipios más de mil personas.

Pero nosotros no éramos mil, pero por la bulla que metían los 23 expedicionarios de la Pequeguara este domingo pasado bien podría parecer. El día pintaba turbio, alguna gota y un frío viento nos recibieron al bajar del autobús en el collado de La Barza en la carretera entre Bentué y Arguis. La senda es estrecha, entre frondosa maleza, árboles y matorrales, y con un suave e inteligente trazado propio de las sendas antiguas va ganando altura y distancia entre un  precioso y primaveral bosque joven de robles. Las nubes parecen querer irse pero no, buitres y milanos nos sobrevuelan, vamos viendo cómo el valle del río Garona se abre pero las cimas del Peiró, Caballera y Puchilibro permanecen escondidas bajo las nubes. La cima del Presín que hemos visto desde abajo sigue despejada al contrario que la cabeza de algunos pataslargas, ya que el esfuerzo en la bonita subida no ha afectado lo más mínimo a la pequeverborrea de los que pugnan por llevar el bastón paragüero de poder, símbolo absoluto de la autoridad del peque que en organizados turnos abre la marcha. Y así sin más llegamos a los 1,430 mts de altura del pico Presín, unas ruinas de una paridera, un vértice geodésico y un cartel nos lo marcan. Nos quedamos con las ganas de poder contemplar las espectaculares vistas de este modesto mirador, lo cual no nos calma el apetito y tras un bocado comenzamos a descender hacia el norte. Continuamos por la senda que ahora entre prímulas se adentra en un fantástico bosque de hayas que conforme va perdidendo suavemente altura se transforma en un bosque de pinos. Podrá fácilmente imaginarse el avispado lector, que si la subida no hizo mella ni en las pequeconversaciones ni en su volumen sonoro, la bajada no hizo sino incrementar los temas a tratar y su intensidad. Abandonamos dos veces el camino, una para visitar el Manantial del Tajal y otra para ver la obra mas representativa de todos los restos de edificaciones que nos han acompañado a lo largo de la ruta. Un bien conservado pozo de nieve. Y así caminando y charrando llegamos después de un pelín más de 9 kilómetros, 300 metros de desnivel subidos y 600 bajados, a un bonito paraje donde se encuentran, el sitio perfecto para jugar un buen rato a balón prisionero y la ermita de la Virgen de los Ríos, cuyo interior así como el del edificio adyacente podemos visitar y disfrutar gracias a la gentileza del ayuntamiento de Caldearenas.

                                                                                              Marcos Bielsa Ordás