↑ Volver a Peque Guara – 2016

Ruta nº25 – De la Estación de Canfranc a Villanúa

POR EL CAMINO DE SANTIAGO

El pasado domingo, de nuevo Peque Guara en marcha según el programa. En esta ocasión somos 67 entre niños y adultos los que nos subimos al autobús rumbo a Canfranc Estación para recorrer una parte del Camino de Santiago, hasta Villanúa. Han sido nueve kilómetros y medio de camino, sin apenas desnivel y casi todo el camino en bajada.

Cuando salimos de Huesca el día promete ser espléndido, con un cielo despejado y sol brillante, pero cuando llegamos a la Estación Internacional de Canfranc las nubes ocultan el sol y arrojan una ligera llovizna que no nos amilana, nos abrigamos y almorzamos para coger fuerzas para el camino.

Tras la foto de familia de rigor delante de la estación nos ponemos en marcha, primero por la población, a la salida de esta el camino discurre junto a la carretera hasta pasar por un túnel junto a la presa, allí los carteles nos indican el camino a tomar para llegar hasta nuestro objetivo. A los pies de la presa pasamos junto a los restos de la Torre de Espelunca, por una pasarela cruzamos el río Aragón y el sendero se adentra en el bosque. El cielo se va despejando, no llueve y el sol comienza calentar la tierra. Al otro lado de la carretera vemos la curiosa Torre de Fusileros, el camino discurre en ocasiones entre muros de piedra cubiertos de musgo, más abajo, el río nos acompaña todo el camino. Pasamos junto a uno de los varios bunkers de la Línea P que veremos a lo largo del camino.

Cuando llegamos al Barranco de Ip paramos junto al puente para fotografiar la bonita cascada que contemplamos. El camino no es difícil y los más pequeños del grupo van dirigiendo la excursión, en ocasiones casi corriendo, buscando las marcas que lo jalonan y que nos indican que vamos en la dirección correcta. Vemos como el viento hace ondular la hierba de los prados como si fuesen pequeños mares de color verde, salpicados por las flores que la primavera ha hecho nacer.

Antes de llegar a Canfranc Pueblo volvemos a cruzar el río; junto a la iglesia nos detenemos y nos disponemos a comer. Los pequeños como siempre emplean poco tiempo en ello, para ponerse a jugar mientras los adultos nos relajamos. No tardamos mucho en ponernos en marcha, queremos llegar pronto a Villanúa. A la salida de Canfranc vemos los restos semiderruidos de la Iglesia de la Trinidad y a poca distancia de allí, de nuevo cruzamos el río por el Puente de los Peregrinos, en el que los pequeños encuentran la piedra labrada en la que se indica el nombre del constructor y el año en que se reconstruyó dicho puente (1599).

El valle se va abriendo, la vegetación  va cambiando, si nos damos la vuelta vemos las montañas nevadas, de nuevo en poco tiempo vemos otros dos bunkers, contemplamos  ahora un desfiladero de altas paredes a nuestros pies por el que pasa el río, mientras nuestros pasos nos acercan cada vez más a Villanúa; hay en esta zona varios dólmenes megalíticos, que en esta ocasión no visitamos, porque todavía nos queda algo más que ver. Unos minutos antes de llegar a Villanúa nos encontramos la entrada de la Cueva de las Güixas, que vamos a visitar. Aquí dividimos el numeroso grupo en dos y mientras la mitad esperan al guía que los enseñará  primero la cueva, la otra mitad empezaremos la visita en la oficina de turismo, dónde en una recreación de una cueva se nos cuenta de los moradores que hubo y de aspectos de la cueva que seguidamente visitamos.

Todos absortos a las explicaciones de los guías, los más pequeños en silencio absorbiendo todo lo que escuchan. En la cueva leyendas de güixas, historia y explicaciones de la formación de la misma y de cómo se ha llegado a formar en miles de años y sobre cómo se forman todavía gota a gota, coladas, banderas, estalactitas y estalagmitas, columnas, gours, del discurrir del río subterráneo que recoge las aguas del macizo de Collarada y que en ocasiones inunda la cueva.  Llegamos a ver a los actuales moradores de la cueva, murciélagos colgados del techo, así como las rápidas sombras de otros volando en los túneles de la cavidad.

Mil cosas hemos aprendido de la cueva, multitud de formaciones que nos dejan con la boca abierta, un paisaje subterráneo que nos asombra y que a pesar del frío que hace dentro, habríamos estado con gusto mucho más tiempo. Por supuesto esto ha sido gracias a la profesionalidad, amabilidad y conocimiento de los guías, que en esta tarde de domingo nos han ayudado a descubrir y explorar la Cueva de las Güixas.

El tiempo se nos ha pasado volando y es hora de subir al autobús para volver a Huesca, se nos ha olvidado que al empezar la excursión hacía frío y lloviznaba, nos vamos con el recuerdo fresco de la excursión y con las imágenes recientes en la retina de la cueva de la que acabamos de salir. Otro bonito día para recordar de la familia de Peque Guara.

J.L.

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