Paseo en primavera pero pisando un palmo de nieve
Circular desde Borau pasando por el Cubilar de las Vacas y la ermita de San Adrián de Sasabe.
Al llegar el pasado domingo a Borau el cielo estaba algo encapotado, bastante inseguro pero con paraguas y capas empezamos a caminar a las nueve de la mañana, veinticinco senderistas.
Por encima de la iglesia de Borau parte un camino, luego senda, que comienza a ascender, sin compasión, en dirección a la zona del Cajigar. Obviamos la senda que a la izquierda se dirige a San Adrián (por ella regresaremos) y proseguimos para dirigirnos hacia una antena pero dando un gran rodeo para suavizar la pendiente. Toda la ruta está bastante bien señalizada.
Caminando entre pinares, bojes y chinebros y chapoteando por las escorrentías de agua que han encontrado en la senda su cauce, encontramos la pista forestal que sube al collado de la Magdalena. Tras caminar un trecho por ella la dejamos para tomar la bifurcación que sale a la izquierda con dirección a Aisa. Por aquí la pista ya estaba cubierta de nieve.
Un nuevo poste indicador nos marca el comienzo de la senda a los Aguachinales y al Cubilar. Para transitar por ella hubo que acudir a los paraguas y capas pues los pinos nos obsequiaban, de vez en cuando, con auténticas cascadas de nieve a poco que el viento moviera sus ramas. Entretenido y sorpresivo recorrido hasta alcanzar la trocha maderera de los Aguachinales donde hay un abrevadero y algunos manantiales de aguas minero-medicinales. Por encima de los mil quinientos metros los pretiles de la pista mostraban espesores de 15 cm. de nieve.
Pronto llegamos a un claro con un amplio corral y un largo abrevadero por el que manaba un buen chorro de agua, estábamos en el Cubilar de las Vacas (1.580 m.). El lugar nos muestra media docena de pinos rojos espectaculares tanto por su porte como por sus extrañas y curiosas formas determinadas por los vientos dominantes que proceden del collado próximo. Hay también un refugio forestal muy bien cuidado y en su entrada un extraordinario pino rojo que figura en el libro Árboles de Aragón (ed. Prames pág. 62) con unas medidas de 1,34 m. de diámetro y 15 m. de altura. De continuar ascendiendo hubiéramos llegado al Puerto de la Pinosa.
Iniciamos el descenso por senda que va sorteando grandes pinos antes de penetrar en un espeso pinar donde la búsqueda de la luz ha configurado unos ejemplares altos, delgados y muy rectos. Un pinar extraordinario.
Cruzamos la pista que lleva a Aisa y pronto se abren bonitas vistas al valle. Los pinos darán paso a los cajigos y el sotobosque a camino con losas de arenisca hasta encontrar la confluencia de los barrancos de Calcín y Lupán que dan origen al rio Lubierre.
Allí en una hondonada, contra natura, se erige la ermita de San Adrián de Sasabe, románica del siglo XII. Permaneció semisepultada durante bastantes años inundada por el barranco pero ha sido reconstruída y consta de una nave con ábside semicircular y el clásico ajedrezado jaqués. Una compañera nos informó ampliamente de los avatares históricos del monumento.
Por senda entre pinos y luego por el Cajigar volvimos a Borau donde llegábamos a las tres de la tarde.
Recorrido de casi 13 km. con un desnivel acumulado de 700 m. que recorrimos en menos de 4 horas.
Para el 8 de mayo T A A tiene preparado un recorrido por Asín de Broto.