TURISMO POR EL ALTO ARAGÓN
Travesía 323 — 20 octubre de 2013 — Intermodal 8:00 horas
Rigüelo – Collado de la Magdalena – Gabardito – Canfranc
Al mal tiempo … paso rápido
Desde Rigüelo, en el valle de Aisa, pasando por el collado de la Magdalena, bajamos a Canfranc
En Huesca la noche del pasado sábado un buen chaparrón confirmó las expectativas meteorológicas que a su vez anunciaban que el tiempo lluvioso, para toda la zona pirenaica, continuaría todo el fin de semana. A pesar de la negativa predicción, cuarenta y cinco senderistas estábamos citados en la intermodal para realizar una travesía entre los valles de Aisa y Canfranc.
Cuando sobre las nueve de la mañana los autobuses atravesaban el Campo de Jaca, a la altura de Nobés y Araguás del Solano, hacia el oeste se veía el cielo despejado lo que animó nuestros afanes senderista. Al pasar por Aisa los ánimos se habían serenado ya que los picos que coronan y cierran el valle estaban cubiertos por la niebla pero ni llovía ni hacia viento. Un poco después de las diez, donde acaba la carretera asfaltada, comenzamos nuestra caminata.
Pronto se deja la pista para cruzar el río Estarrún y emprender los fuertes repechos en dirección al pico de Aspe. Ninguno de los dos collados que nos permiten salir del valle, al oeste el del Bozo hacia Lizara, o al este el de la Magdalena (Torbillón) hacia Canfranc quedan a nuestra vista pero por éste debemos pasar por lo que nos desviaremos a nuestra derecha por una cómoda senda en dirección a unos manantiales que brotan a media ladera. Estamos en la zona de Rigüelo y allí aprovechamos para almorzar.
Siempre por zonas herbosas vamos a ir ganando altura de manera continua por una estrecha senda bien marcada que nos introduce en el mar de niebla que al principio veíamos muy alto sobre nuestras cabezas. Unos metros por encima de nosotros una pareja de sarrios llama nuestra atención en especial la veloz carrera que despliegan para adelantarnos, cruzar la barranquera y continuar por el otro lado. Pensando en la soltura y agilidad con que estos animales se mueven por estos terrenos y las duras exigencias que nos plantea a nosotros superar los inevitables duros repechos que conducen a la cumbre…, pues eso, que ya hemos alcanzado el collado de la Magdalena (2045 m.). Eran las doce y veinte.
La pista, que saliendo desde la carretera de Aratores a Borau, llega hasta el collado termina en el que pensábamos que iba a ser nuestro amplio lugar de descanso, el refugio militar Lopez Huici, cuyo tejado rojizo emergió de entre la niebla de manera sorprendente. Pero a poco de detenernos una suave lluvia, como preludio y aviso de la posterior sinfonía, nos obligó a comenzar el largo descenso sin perder tiempo. Se recordó la regla para caminar con lluvia y niebla, no perder de vista nunca la espalda del que va delante, además algunos senderistas, estratégicamente colocados, sacaron sus silbatos para si fuera menester dar a conocer su situación.
Por zonas herbosas un tanto resbaladizas se desciende con cuidado pero con rapidez hasta alcanzar la Majada de Lecherín Alto. Es este un lugar encantador, aunque nos llevamos la desagradable sorpresa de ver el refugio sin tejado como consecuencia de un incendio. Hacia el norte y este la cresta blanquecina de los Lecherines, desde aquí se parte para llegar a la famosísima Gruta Helada de los Lecherines, hacia el sur los amplios prados y hacia el oeste los paredones de la sierra de la Magdalena con sus frondosos pinares. Pero el domingo nada de nada, bueno si, la suave lluvia sólo ha dejado de ser suave ya que de vez en cuando suelta un chaparrón corto pero intenso.
Tras cruzar dos pequeños barrancos, sin mayores dificultades, nos internamos en un espesísimo bosque de pinos de repoblación por en medio de los cuales serpentea la senda cortada en bastantes ocasiones por árboles literalmente tronzados ya que son altos pero de troncos delgados como consecuencia de que están muy juntos y en su necesidad de búsqueda de luz ha primado ganar altura a tener solidez. Poco antes de cruzar el primer barranco el pinar se aclara y aparecen zonas herbosas entre pinos salteados lo que permitió a varios senderistas coger algunos robellones y macrolepiotas a pie de senda. Ha dejado de llover y ya no lo volverá a hacer.
Vuelve de nuevo la senda a introducirse en otro tupido pinar, de ejemplares más robustos, que obligan a caminar sin distracciones ya que los ascensos o descensos son cortitos pero pronunciados y la lluvia ha conformado un barrillo que hace casi inservibles las muescas de las suelas de las botas. Cuando éste termina nos queda cruzar un barranco, con un caudal apreciable que puso a prueba la impermeabilidad de las botas, ya que las piedras de apoyo quedaban ligeramente bajo la corriente de agua, para llegar al refugio forestal de la Majada Baja de Gabardito. Con buen tiempo el paisaje que desde aquí se ve es de postal: frente a nosotros todo el valle de Ip custodiado por dos picos emblemáticos, Collarada y la Moleta, el domingo niebla en los altos y blancos nubarrones por doquier.
Brevísima parada pues ya antes se había decidido caminar con rapidez y con pocos descansos para bajar a comer al pueblo de Canfranc. Al terminar la zona de pastos se inicia una pista que con acusadas pendientes discurre entre pinares, abetos, alisos, avellanos, bojes, etc. etc., hasta que un grupo de señales nos indica que debemos tomar el desvío a la izquierda para bajar a Canfranc.
La cómoda senda, que nos dejara en las primeras casas del pueblo de Canfranc, desciende con suavidad a base de abundantes lazadas, con buen piso y enmarcada por abundante y variada vegetación, paralela al barranco de Los Meses, que al final cruzará pasando por lo que en su día fueron los viveros de pinos y abetos con los que se repoblaron las abruptas laderas que rodean la estación de Canfranc para defender las instalaciones de los frecuentes aludes que allí se daban.
El día 3 de noviembre la travesía de T.A.A. está planificada por la zona de Jaca, puente de las Grajas y Pico Grosín para terminar en Castiello de Jaca.