5 noviembre 2017
Con el recuerdo de Ramón por el camino de San Úrbez
Desde Vió por Buerba y Yeba a Lavelilla en el valle del Ara
Poco antes de la diez de la mañana del pasado domingo día cinco, cincuenta y ocho senderistas admirábamos la impresionante panorámica que muestra la iglesia de Vió en primer plano enmarcada por los Sestrales, el comienzo del cañón de Añisclo y las Tres Sorores, ya nevadas, como fondo. La foto era portada de muchos calendarios hace unos cuantos años.
“… ¿Te acuerdas Ramón con que habilidad fabricaba cucharas y tenedores con palos de boj aquel abuelo sentado en estas escaleras?
– ¡Es qué…, aquel hombre era un artista¡
Con un excelente tiempo y en muy poco rato entrábamos en las primeras casas de Buerba y en la plaza, frente a la bonita escultura de una moza con un cántaro en la cadera que pone en valor el enorme esfuerzo y sacrificio de las mujeres para acarrear el agua al pueblo, almorzamos y comprobamos las bellas construcciones ya acabadas que acogen varias casas rurales para hospedaje.
El itinerario que vamos a seguir no coincide con el camino antiguo que seguían los cofrades que peregrinaban desde Albella, a orillas del Ara, a la ermita del Santo en Añisclo ya que optamos por seguir uno paralelo más cómodo y mejor indicado.
Por el sur del pueblo sale una senda que baja con acusada pendiente realizando innumerables revueltas hasta llegar al profundo barranco del Cubo donde se une al río Yesa. Proseguir por su orilla sin cruzarlo presentó una seria dificultad ya que la sirga que se colocó para ayudar a superar un resalte rocoso tiene suelto uno de sus anclajes por lo que Sergio hubo de improvisar con una cuerda unos agarraderos y con sumo cuidado pudimos salvarlo.
“… Ramón le voy a pedir a los Reyes Magos que te traigan un par de bastones de aluminio y así dejas esa vara de avellano en casa como recuerdo.
– No, de ninguna manera. Ya sé que son más modernos y hasta más cómodos pero con diez años me enseñaron como usar una buena vara para caminar por el monte y así sigo y seguiré.
Un rato después comprobé como la usaba como pértiga para ayudarse a cruzar una zona encharcada.
Una senda con marcas de pintura blanca y verde, en suave ascenso entre bojes, aliagas, carrascas y chinebros, nos llevará por la solanera al llamativo puente del Yesa por el que cruzamos a la otra orilla y ahora, con algún fuerte repecho, proseguiremos por “bosques de pinos en los pacos y caxicos en las solanas” hasta llegar a las primeras casas del pueblo.
Yeba es un pueblo singular por variados motivos: el lugar donde está ubicado con unas vistas extraordinarias; por sus varios edificios restaurados con mucho gusto; la torre de la iglesia parece anclada en el cielo, etc., pero como además el día anterior habían celebrado la Fiesta del Otoño que promueve la Comarca del Sobrarbe con la actuación de un grupo musical de Jaca pues con una docena de vecinos estuvimos departiendo hasta que a la una de la tarde hubo que echarse las mochilas a la espalda y proseguir.
“… Ramón, mira a estas dos guapas senderistas que quieren conocer nuestros pueblos y montes pero aún tienen poca experiencia.
–Bienvenidas. ¡Ah!. Permitidme una sugerencia: Si a la cima quieres llegar como un joven, empieza a caminar como un viejo. Si queréis disfrutar con el senderismo, no lo olvidéis.
Durante un trecho seguimos por la carretera hasta que nos desviamos a la izquierda para por un amplio camino llegar a la Colladeta de Yeba donde un cartel indicador nos marca la senda d’As Gargantas. La espléndida senda siempre a media ladera va subiendo y bajando sostenida por fuertes muretes y entre enormes paredones rocosos. Una vez que cruza el barranco se separa de él para dirigirse hacia Campol o San Martín de la Solana o de Puytarás que fue el rumbo que tomamos nosotros. Esta senda construida en el siglo XIX debió tener una gran importancia como vía de comunicación de los pueblos del entorno de Yeba con la carretera del Ara y Boltaña.
Tras admirar el bonito hotel de San Martín de Puytarás con sus jardines de flores, sus embaldosados caminos entre bambúes y el gusto en la ornamentación deberemos descender por un antiguo camino hasta el derruido pueblo de Lavelilla donde nos esperaban los autobuses.
Los diecisiete km. los habíamos cubiertos en cinco horas de andar netas, siete horas desde que bajamos del bus, y tras salvar un desnivel positivo de 460 m y de casi mil metros de descenso.
Ramón Felices, Ramón el cartero, o simplemente Ramón entre los senderistas, falleció hace una semana y aunque en principio las lágrimas se agolparán en nuestros ojos, en lo más íntimo éramos conscientes de la enorme suerte que teníamos de haber disfrutado de su amistad y de haber compartido durante años su compañía y escuchado sus sabias sugerencias. Hasta pasada la adolescencia fue pastor por el valle del Ara. Vino a Huesca y ejerció como cartero. Con sus compañeros de trabajo formó su primer grupo de senderismo, luego durante muchos años fue miembro activo de Peña Guara y también de la Asociación Juan de Lanuza. Alguien, con mucho talento, sentenció que un AMIGO es la persona que nos muestra el rumbo y recorre con nosotros una buena parte del camino.
— Ahora lo entendemos Ramón, todo lo hacías bien y con dulzura porque te brotaba del alma. Gracias, muchas, muchas gracias.
–¡Ah¡ El próximo domingo, desde allá arriba, nos podrás ver caminando por la zona de Lizara, acércate y oirás lo que charramos, seguro que te provocaremos algunas sonrisas y además aún nos tienes que explicar en qué consiste “galapatonear”.