20 DE SEPTIEMBRE DE 2015
Cruzando la divisoria atlántico-mediterránea
Desde la boca sur a la boca norte del túnel de Viella pasando por el collado y tuca del Puerto
Algo menos de tres horas le costó al autobús traernos a la entrada del valle de Mulleres desde donde, a cuarenta y tres senderistas, nos habían preparado una travesía novedosa por el Pirineo leridano. En el amplio aparcamiento del antiguo Hospital de Viella y de la ermita de Santa Quiteria, situados un poco por encima de la boca sur del túnel que comunica este valle con el de Arán, nos fuimos preparando para a las diez de la mañana empezar nuestra travesía.
Comenzamos por un amplio camino que deberemos dejar a unos veinte minutos para tomar a la derecha el indicador de la GR- 211-5, que vamos a seguir durante toda la travesía. La senda sube por la ladera con fuerte pendiente, por terreno descompuesto hacia el fondo de la barranquera. Superado este engorroso comienzo pronto gira a la izquierda para penetrar por un pinar y dejarnos en un amplio llano herboso, el Plan d’Espona, donde decidimos almorzar con una estupenda vista hacia el valle de Mulleres y los picos de la Tallada que nos presentan unas cortadas espectaculares.
El histórico camino de herradura, hasta la inauguración del túnel en 1948 era la principal vía de comunicación entre el valle de Arán y la Alta Ribagorza, cruza el Barranco del Port y va remontando su curso a base de multitud de lazadas que facilitan superar las asperezas de la margen derecha. El sinuoso recorrido nos lleva a otra zona de tasca alpina que nos presenta a nuestra derecha tres cavidades excavadas en la montaña. Continua el sendero zigzagueando en dirección al collado de Toro y tras pasar junto a una zona lacustre pone ante nuestros ojos un pequeño bunker desde el que se domina toda la senda que cruza la ladera en diagonal, por el camino de herradura que aún conserva el empedrado, y que deberemos seguir hasta llegar al Puerto de Viella (2.442 m.). En este punto unos veinte senderistas decidieron ascender a la Tuca del Puerto, de la que nos separan doscientos metros de desnivel sin ningún tipo de dificultad, motivados por las extraordinarias vistas que desde ella se pueden contemplar. En efecto, hacia el sur el principio del valle de Barrabés, hacia el oeste el panorama es para no olvidar, desde el pico de la Maladeta pasando por el Aneto para terminar en el Russel y delante las cortadas del pico Mulleres, todos ellos con un manto blanco consecuencias de las últimas nevadas. Hacia el norte en la lejanía Viella y hacia el este en un profundo embudo las aguas azuladas del ibón de Redón.
El collado está en la zona que separa la vertiente atlántica del valle de Arán, sus aguas formarán el río Garona que desemboca por la ciudad francesa de Burdeos, de la vertiente mediterránea que formará el Noguera Ribagorzana y terminará en el Ebro.
La cara norte del collado presenta una topografía muy abrupta y desciende por la Canal del Puerto con una fuerte inclinación que tan apenas las lazadas que describe facilitan su descenso ya que se transita por varias canchaleras de piedras muy inestables lo que exige pasos cortos y con mucho cuidado para no caer. Al terminar la morrena glacial por la que hemos descendido un amplio llano de prados alpinos nos permite un paso muy cómodo y que nuestras rodillas se vayan relajando del esfuerzo efectuado. Tras pasar por un camino excavado en la piedra dejamos la morrena y entramos en unas zonas, que si bien siguen siendo bastante pendientes, transcurren por zonas herbáceas hasta llegar a la cabaña del Pontet donde encontramos un magnífico bosque de grandiosos abetos bajo cuya sombra comimos al tiempo que contemplábamos, bajo un azulado cielo, el itinerario por el que habíamos bajado sorteando los farallones rocosos que cierran el valle. Aunque algunos estuvieron mirando setas, el lugar parecía ideal, pero tan apenas encontraron.
Sobre las cuatro de la tarde terminamos la “sobremesa” y ahora por caminos y un tramo final de pista llegamos al autobús que estaba junto a la boca norte del túnel a las cinco y cuarto de la tarde.
Los navegadores de montaña indicaban que habíamos superado un desnivel de ochocientos veinticinco metros de subida, casi mil cien de bajada, en un tiempo neto caminando de cinco horas. El próximo domingo cuatro de octubre está programada la ascensión al Moncayo.