Travesía 346 – Roda de Isábena – Merli – Sala – Egea

Desde la cuenca del río Isábena a la del Ésera

Saliendo de Roda de Isábena y pasando por Merli llegamos al valle de Lierp

 

A las nueve y media de la mañana del pasado domingo sesenta senderistas partíamos del amplio aparcamiento que hay cerca del monumento histórico nacional que es la catedral de San Ramón y San Vicente de Roda de Isábena. La renombrada población, con fuerte sabor medieval y una extensa historia, nos despidió con un cielo azulado en el que se enmarcaban por un lado el macizo del Turbón y por otro la sierra de Sis, con algo de nieve en la cima del Tozal de Santifons y libre de ella el Brócolo.

Tras unos metros de descenso por la carretera en la primera curva, presidida por un pilaret dedicado a San Juan, tomamos un amplio camino cuyo suelo helado facilitaba el caminar, de momento no había barro. Durante toda la jornada vamos a ir siguiendo las rayas (o estacas clavadas en el suelo) amarillas y blancas de un sendero de pequeño recorrido, – PR HU 48 -, en algunos tramos con profusión de marcas pero en otros con cierta escasez, sobre todo para alcanzar el collado del Cordal.

El estrecho camino, que nos va a llevar hasta el fondo del valle, irá zigzagueando para salvar los montículos de margas que caracterizan la zona, siempre por encima del barranco que conforma el promontorio sobre el que se asienta Roda. Llegados a la carretera que asciende al pueblo de Esdolomada la seguiremos unos metros, lo suficiente para cruzar el puente que evita el barranco de Congustro, pues de inmediato debemos tomar un camino que surge a la izquierda y que se dirige hacia una línea eléctrica de alta tensión que vemos a media ladera de la montaña muy por encima nuestro.

El camino asciende de forma continua pero con suavidad sobre un terreno pedregoso con amplias lajas de piedra caliza y una pobre vegetación: pequeñas carrascas, chinebros, aliagas, minúsculos bojes y en las vaguadas cajicos, pero todo de forma salteada. Como caminábamos por un carasol y piedras había en abundancia cualquier lugar era bueno para tomar asiento y almorzar y mientras contemplábamos como en lejanía aún era posible distinguir Roda de Isábena pero quedaban perfectamente visibles los Morrones de Güel que dan inicio a la sierra de la Esdolomada a cuyo pie se veían los dos barrios que forman el pueblo.

Una vez alcanzadas las pilonas eléctricas la pendiente se suaviza y se irán alternando pequeños ascensos con tramos horizontales. Lógicamente en estas zonas las aguas de lluvia no han arrastrado la tierra vegetal y aparecen bosques de carrascas, en algún caso con ejemplares dignos de admirar, y algún robledal antes de que  un recodo ponga ante nuestros ojos el Menhir de Merli.

Para describirlo lo mejor es recordar a Obelix pues es exactamente igual al que el galo se cargaba a las costillas. Curioso de verdad no sólo por las dimensiones y la forma del pedrusco sino también por su solitario emplazamiento en un campo de cultivo.

El pueblo de Merli se halla enclavado en una solana y por la ladera de la vaguada ascienden las casas hasta la iglesia que está en los más alto. Destacan un par de construcciones de clara arquitectura tradicional que tienen adosadas torres cuadrangulares defensivas. Situados en este lugar para seguir adelante tenemos dos opciones. La primera es descender a los llanos que se ven más abajo para proseguir por el evidente valle que se inicia al fondo a la izquierda lo cual nos llevaría por Bacamorta a terminar en Morillo de Liena a orillas del río Ésera, o bien salvar la sierra que tenemos a la derecha para cambiar de valle.

A partir del pueblo la senda, muy desdibujada y con pocas marcas, comienza a subir por una hondonada, al principio atraviesa un pinar y luego prosigue por un antiguo camino cuyos muretes están caídos en casi todo el recorrido. La continua subida, fuerte en algún tramo, y el calor provocan un paso lento y los casi doscientos metros de desnivel que hay que salvar se hacen bastante pesados pero al final alcanzamos el collado de Cordal que nos mostraba algunos corrillos dispersos de nieve y una estupenda vista del macizo del Turbón escondido entre los altos pinares de la zona.

Tras un breve descanso, la brisa que soplaba era bastante fría, emprendimos el que presumíamos iba a ser un largo descenso pues los campos y el pueblo de Egea, en pleno valle de Lierp, se veían muy, pero muy abajo. La senda es un primor, desciende con abundantes lazadas por un magnífico pinar con un sotobosque de bojes y abundante musgo,  con un suelo almohadillado por agujas de pino y eso nos permitió llevar un paso ligero por lo cual casi sin darnos cuenta llegábamos a una pista que va dando servicio a los campos de cultivos que vemos a nuestros lados.

Siguiendo la pista y aprovechando un par de alcuerces, pasamos junto a la aldea de Sala o Casas de l’Obago y ya vimos el autobús que nos esperaba cerca de la carretera por la que nos tenía que llevar a Campo, donde nos esperaban los excelentes guisos, y mejor trato, de Manuela y Cosme. El breve trayecto que nos separaba de él se convirtió en una encerrona pues tuvimos que cruzar un barrizal de margas de unos doscientos metros por lo que es fácil imaginar las condiciones en que botas y pantalones llegaron al final de la travesía.

Los navegadores de montaña arrojaban al terminar los siguientes datos: casi 14 km. de recorrido, un tiempo neto de 4:32 horas de caminar, un desnivel de ascenso de 745 m y de 611 m de bajada.

El próximo domingo día 25 el grupo Paseando por la Naturaleza estudiará sobre el terreno los contrastes entre la vegetación de las solanas y la umbrías en la zona de Salto de Roldán y para el uno de febrero TAA ha preparado su travesía por Abellada, Used y San Úrbez de Nocito.