Travesía 336 – Plan – Salinas

Plácida jornada por los valles de Chistau y de la Comuna

Desde Plan a Salinas por los pueblos de Gistaín, Serveto, Señes y Sin.

El pasado domingo sobre las nueve y cuarto nos dejó el autobús a los cincuenta y un senderistas en el aparcamiento de Plan para iniciar nuestra travesía quincenal. Durante el trayecto, antes de llegar a Mediano, alcanzamos una caravana de coches antiguos, de los años sesenta y setenta, y detrás de ellos fuimos hasta el desvío a Laspuña con cierto desespero pero entonces comprendimos que formaban parte de los festejos que se desarrollaban ese día por el popular descenso de las navatas.

De la parte norte de Plan sale la senda entre tapiales que sube de manera directa hasta Gistaín. Los casi trescientos metros de desnivel a superar presentan algunos repechos que obligan a interrumpir las conversaciones y además estaba bastante vestida por lo que hubo que hacer uso de las tijeras podadoras para eliminar las zarza que atravesaban el sendero. ¿Qué habilidosas son para engancharse en las mangas de las camisetas y polares!. En la parte alta de Gistaín estábamos almorzando a las diez y cuarto y veinte minutos después salíamos, siguiendo las marcas rojas y blancas de la GR-19, por la pista, que pronto se deja para tomar una senda bien señalizada, que entre tapiales y antiguos campos de cultivo, con sus correspondientes bordas, se dirige hacia la ladera norte de la Peña de San Martín para encontrarse de nuevo con la pista un poco antes del barranco de El Mon, que bajaba con cierto caudal pero que fue fácil cruzarlo. Otro estrecho sendero descendente entre bojes nos alivió de las vueltas que da la pista y nos llevó a Serveto.

Conversando con un par de montañeros, que sabían que íbamos a llegar, pasamos un buen rato, además de comprobar que el tiempo ya no estaba tan amenazante como a la bajada del autobús en Plan donde algunos, por si acaso, echaron el paraguas a la mochila y el resto consideró el chubasquero como imprescindible. Las próximas tres horas y media  vamos a recorrer la Comuna del Traseto, valle entre las Peñas de Artiés y San Martín y coronado al norte por el pico L’Orbar o Maristas. Esta Comuna se fundó en la época medieval  para administrar un vasto territorio común estableciendo unas ordenanzas que regulaban el uso de los pastizales y los recursos forestales y en su largo devenir  se mezclan datos históricos con otros legendarios.

De camino hacia Señes vuelven a adornar el paisaje las bordas: construcciones típicas de las zonas de pastos. Cumplían tres cometidos, cuadra en invierno, almacén de hierba en otoño y habitación estacional u ocasional cuando las labores del campo lo exigían. Para ello aprovechaban el desnivel entre los campos para disponer de dos plantas, la de los animales abajo y el granero y la habitación en el plano alto. En Señes, que dábamos por deshabitado, están restaurando una casa y nos dejo impresionados una era llena de lirios pero estuvimos poco tiempo, el necesario para reagruparnos y partir hacia Sin que queda muy por debajo nuestro.

En la plaza de Sin estuvimos un rato más largo ya que algunos compañeros quisieron ver la iglesia,  donde además de pinturas, se conserva la momia de Pedro Falceto, pastor de la localidad que vivió en el siglo XVII y que se encuentra allí enterrado.

Nos aconsejaron subir hasta el collado de Sevillón siguiendo la pista que da vueltas y revueltas para ascender los doscientos metros de desnivel que hay que superar. Decidimos tomar la senda que sube a media ladera y ha de salvar algún tramo algo descompuesto al atravesar una zona de derrubios pero si mayores dificultades nos presentamos en el collado. Eran las dos y media y protegidos entre los bojes, ya que soplaba una suave brisa pero sudorosos como íbamos la protección era recomendable, nos dispusimos a comer teniendo a nuestro alrededor unas amplias praderas salpicadas de pinos y bojes y con una hermosa vista que nos presentaba los picos que cierran el valle de Chistau por el sur,  desde la Peña d’el Mediodía hasta el macizo de Peña Lierga destacando en el centro las Agujas de Lavasar que coronan el archifamoso ibón de Plan o Basa de la Mora, que se nos presenta como objetivo para la próxima temporada pues ya hace unos años que no lo hemos visitado.

A las tres y media mochilas a la espalda y a recorrer el camino d’Escarto que termina en Salinas de Sin, nuestra meta. El tal camino es en realidad una senda muy bien trazada donde se adivina la mano humana para construir los muretes de sustentación pero que al cruzar un par de barranqueras ha quedado muy descarnada por lo que hubo que caminar con mucho cuidado en los pasos más delicados. En uno de ellos por precaución y para proporcionar total seguridad se colocó una cuerda que siempre lleva Sergio para estas ocasiones y entre él y Javier nos la colocaron y facilitaron el estrecho y aéreo paso. A las cinco y media cruzábamos el puente sobre el Cinca tras una plácida travesía.

Los datos que aportaban los navegadores de montaña indicaban que habíamos recorrido 18,5 km., salvando un desnivel total de ochocientos metros de subida y casi mil cien de bajada, invirtiendo un tiempo neto de cinco horas y media y ocho horas desde que salimos de Plan.

La próxima travesía de TAA está programada para el día uno de junio y se realizará por el valle de Estos subiendo al ibón de Escarpinosa y al de Perramó si la nieve lo permite.

 

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