Travesía 185 – Cascada de Liri – Ermita del Puy – Castejón de Sos

8 de mayo 2016     

Con persistente llovizna por el solano de Sos

 

Pasando por Liri, su ermita y Sos terminamos en Castejón de Sos

 

Aun reconociendo de  gran fiabilidad las actuales predicciones meteorológicas, y están eran pésimas para el pasado domingo día ocho, sesenta senderista subíamos a los autobuses a las siete y media para nuestro dominical recorrido senderista, en este caso por la Alta Ribagorza.

Cruzado Castejón de Sos, a un kilómetro y medio, debemos tomar el desvío al pueblecito de Liri. Hace unos diez años era una estrecha pista asfaltada pero en la actualidad se ha ensanchado hasta convertirse en una ancha carretera, todavía las laderas muestran claros signos de inestabilidad, con la clara finalidad de llegar a ser una vía alternativa para acceder por la parte sur a las pistas de esquí de Cerler. En la actualidad las obras llevan varios años paradas.

A unos tres kilómetros en un amplio ensanchamiento, puede aparcarse sin dificultad a ambos lados, bajamos de los autobuses para conocer una de las maravillas de la zona: el Barranco de las Doce Cascadas de Liri. A la izquierda parte una cortita senda, jalonada por grandes pedruscos de color rojizo que nos lleva al pie de un rincón sobrecogedor. Una estruendosa cascada de unos doce metros se precipita a una poza, casi a nuestros pies, y continúa con otra de la que se ve el inicio pero no el final pues cae hacia un agujero al que no se le adivina fondo. El barranco ha excavado en la roca caliza un paraje sin igual y ésta se halla preparada para que los barranquistas puedan realizar el atractivo y peligroso descenso superando rápeles y toboganes de hasta veinte metros. Como quiera que más de cuatro personas en el estrecho pasadizo supone un evidente peligro aprovechamos para ir almorzando y leyendo el panel informativo que hay en el inicio de la senda.

A la entrada de  Liri, junto a la casa-fuerte de La Plana adosada a un torreón defensivo, nos dejaron los autobuses a las diez y media. A partir de ahora con las mochilas a la espalda cruzamos el pueblo y en la parte alta tomamos el desvío, todo muy bien señalizado, hacia la ermita del Puy. Se inicia con una senda que gana altura hasta dejar los tejados de las casas y la esbelta torre de la iglesia a vista de pájaro  y que nos lleva a una pista que recorreremos en sentido ascendente. Dejamos el desvío de la ermita a la izquierda y proseguimos para poco después dejarla y tomar un camino que parte a la izquierda y que nos lleva a un coqueto puentecito, con arco de medio punto, que salva los rápidos y cascadas del barranco Gordo que desciende del vallecito colgado que hay entre los picos de Cogulla y Gallinero en la cara sur de las pistas de esquí de Cerler. A la vuelta tomamos el desvío para subir a la explanada donde está la remozada ermita del Puy.

La extraordinaria panorámica que se ve cuando el día está claro es colosal. Desde el nevado macizo del Turbón, a las escarpadas laderas de Baciero, y desde el inicio del Congosto de Ventamillo a la alargada sierra de Chia, al frente. A nuestra espalda Gallinero con sus más de dos mil setecientos metros. Pero…, tocó imaginarlo pues las espesas nubes, además de cubrir todo el horizonte, habían empezado a regalarnos una suave llovizna. Por el mismo camino regresamos a Liri.

Ya hace años, la primera vez que vi este pueblo, me llamó la atención como lo habían construido colgado por las  laderas de un profundo barranco. Pues bien, ahora ese emplazamiento ha servido para llevar a cabo una obra de un gran encanto: se ha encauzado con piedras de la zona y se puede recorrer gracias a varios tramos de escaleras de roca con barandillas de madera. Si bonito es verlo desde arriba, todavía mejor es mirarlo desde abajo. Una gran obra para un bonito pueblo. Tras recorrer sus empinadas calles, llegar hasta la iglesia, el albergue y comprobar sus nuevas edificaciones salimos en dirección a  San Andrés de Sos.

Cruzar el barranco de Ramastué no fue complicado pero si lo fue el descenso ya que a la fuerte inclinación había que unir la dificultad que supone cruzar y pisar   losas de piedras mojadas y muy resbaladizas por el musgo y el barrillo que las cubría.

La senda que prosigue hacia Sos es estrecha pero con el encanto de ver a nuestro pies todo el verde valle de la Sositana con Castejón al fondo. Tras visitar la pequeña ermita dedicada a San Marcos llegamos a la iglesia de San Andrés de Sos, donde paramos lo justo para hacernos una foto y continuar el descenso ya que fue uno de los pocos momentos en que la fina llovizna arreció.

La senda a media ladera baja de forma continua pero suave hasta llegar al llano donde sólo queda superar, otra vez, los barrancos de Ramastué y de Liri, éste por puente, proseguir  por uno de los caminos más bonitos de la zona encajonado entre muretes cubiertos de musgo y líquenes y bajo un bóveda de avellanos, bojes y fresnos para llegar a Castejón de Sos a las dos y media de la tarde. Allí en el hotel Pirineos nos esperaba, como siempre, una excelente comida.

Los nueve kilómetro del trayecto y los 250 m de desnivel de subida los recorrimos en un tiempo neto de poco más de tres horas.

El próximo domingo día quince la travesía número 371 de T.A.A.  nos llevará desde Buerba a Puyarruego pasando por Morillo de Sampietro.

 

 Liri-Castejón de Sos  marcada