Travesía 174 – Vozmediano – Nacedero del Queiles – Los Fayos – Tarazona

 Con excelente temperatura por las faldas del Moncayo 

Siguiendo el río Queiles desde el soriano pueblo de Vozmediano al zaragozano de Los Fayos.

 

A las nueve y veinte del domingo día 12 cuarenta y seis senderistas comenzábamos en Vozmediano nuestro dominical paseo, esta vez novedoso, por tierras castellanas y aragonesas. Nuestro primer objetivo era ir a almorzar al «nacedero» del río Queiles y como éste sólo dista medio kilómetro del pueblo pues pronto estábamos en plena faena. En una hondonada entre chopos una surgencia arroja entre rumorosos borbotones caudales de agua por encima de los mil litros por minuto. El domingo nos calcularon que se aproximarían a los mil quinientos litros. Un cartel informativo, que explica geológicamente el por qué del manantial, termina en una leyenda cuando menos curiosa y que obliga a pensar: ¡¡ Ah Moncayo traidor que robas a Castilla y haces rico a Aragón !!.

Todo indica que las aguas pertenecen a la cuenca del Duero pero en un proceso de filtración subterránea riegan Aragón y claro a uno rápidamente le viene a la cabeza ese mismo fenómeno llevándose las aguas del Aneto al valle de Arán y luego a Francia. ¡Con la falta que aquí nos hace!, pero en fin «en todos los sitios cuecen habas y …».

Subimos luego al castillo que preside el pueblo que debió sufrir unas vicisitudes históricas curiosas y llamativas como corresponde a toda zona fronteriza entre dos reinos que alternaron épocas de paz y guerra.

Saliendo por la carretera en dirección norte pronto tomaremos un camino a mano derecha por el que, en menos de tres horas y media, llegaremos a Los Fayos. Al volver la vista atrás se contempla el pueblo, el castillo y dominando el Somontano la mole blanca del Moncayo. Nos despedimos de él con un hasta pronto pues en el mes de octubre hay una travesía programada para llegar a su cima. ¡Esperemos que nos haga un tiempo como el de ayer!.

El camino, siempre descendente, discurre paralelo al barranco, profundo en algunos tramos, que recorre el río Queiles y en el que veremos varias centrales eléctricas que aprovechaban, en algún caso aún aprovechan, el significativo y regular caudal y la pendiente del terreno. El camino queda pues enmarcado entre el clásico bosque de ribera, a nuestra derecha, con abundantes plantaciones de chopos y los taludes, en algunos casos desmoronados, poblados del rutilante amarillo de las aliagas y de la suavidad de los colores de las flores del tomillo, romero y espliego en plena floración.

El paisaje va cambiando, y así, luego cruzaremos por zona de pinares hasta llegar e ir pasando por debajo de los enormes paredones rocosos de conglomerados, que se asemejan a los existentes por Riglos o Agüero, y en los que numerosas rocas sobresalen de la pared en un ejercicio de equilibrio que no parece vaya a durar mucho tiempo.

A la vuelta de un recodo aparece ante nosotros el pueblo de Los Fayos. La imagen no tiene desperdicio por impresionante: un pequeño pueblo pegado a las paredes de los enormes roquedos y que en donde éstos faltan se yergue una mole de hormigón de noventa y seis metros de altura que conforma la presa que cierra el pantano del Val. Accediendo a lo alto de la presa la visión del cuidado pueblo parece de postal.

A las una nos subíamos al autobús y nos dirigimos a Tarazona para comer pronto pues por la tarde había programadas actividades para dos grupos. Uno que visitaría la espléndida catedral de Nuestra Señora de la Huerta, con su asombroso y majestuoso crucero, y el otro que recorrería los lugares más emblemáticos de la localidad atendiendo las explicaciones de uno de los compañeros. Como positivas curiosidades del pueblo deben destacarse la antigua plaza de toros, el «nacedero» de San Juan y sobre todo la plaza y fachada del Ayuntamiento, lugar de las correrías del archiconocido Cipotegato.

Los datos del navegador de montaña indicaban que habíamos caminado casi trece kilómetros salvando un desnivel positivo de trescientos metros y más de cuatrocientos de bajada en un tiempo de tres horas y media.

El próximo domingo día 19 la travesía número 351 está programada para subir a las Bordas de  Beranuy, llegar a la recóndita ermita de Sis y terminar en Pardinella a orillas del Isábena.

 

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