Otra vez más (ya es la cuarta vez) nos reunimos un buen grupo de adultos y niños para esta excursión que nos llevará por unos paisajes sorprendentes en el entorno del Reino de los Mallos.
En esta ocasión el autobús nos deja en Linás de Marcuello y desde allí iniciamos la ruta por un camino ascendente que pronto nos llevará hasta la Ermita y Torre de Marcuello y la ermita de San Miguel, mientras contemplamos el macizo de los Fils cuando llegamos. Por el camino nos acompaña la fragancia de la flor de tomillo y las alfombras de aliagas repletas de flores de intenso amarillo, que crean un tapiz multicolor en estas laderas.
Los más pequeños disfrutan entre las ruinas de la torre y cuesta que se pongan de nuevo en marcha, ahora para dirigirnos al Mirador de los Buitres. Ya hace un rato que el aire nos acompaña y a medida que nos acercamos al mirador se intensifica, así después de contemplar las evoluciones de algunos buitres, el paisaje de Los Mallos de Riglos, Agüero y Peña Rueba, abrigados y protegidos con las paredes del mirador nos ponemos a comer, que no es tarde, pero los pequeños ya tienen hambre y los mayores tampoco decimos que no, así que reponemos fuerzas con las viandas que llevamos.
Tras volver al camino, ahora encaminamos nuestros pasos hacia el Collado de Santo Román, el aire nos da tregua y el sol nos calienta, a partir del collado, un camino en rápida bajada nos lleva a la Fuente de los Clérigos, camino que se transforma en pista y que nos llevara entre el macizo del mirador y la Pared de los Buitres.
Ahora pasamos junto a los mallos pequeños: Aguja Roja, Cored, Colorado, y poco a poco nos acercamos a los majestuosos Mallos de Riglos, en los que ya nos detenemos a contemplar la progresión de diferentes cordadas de escaladores por sus grandes paredes.
Se acaba el día, han sido casi 13 kilómetros de excursión hasta Riglos, pensábamos que los pequeños están cansados, pero mientras tomamos un refresco antes de subir al autobús, todos están jugando y corriendo.
De nuevo hemos disfrutado de un día en la naturaleza, de los colores primaverales, de un paisaje que nunca cansa contemplar y por supuesto todo ello acompañados por nuestros hijos que también han disfrutado del día con sus amigos.
Ya de vuelta en el autobús, el cansancio del día va pasando factura y el sueño se apodera de muchos antes de llegar a Huesca, dónde nos despedimos hasta la próxima.
J.L.