A LA SOMBRA DE UNA LEYENDA
Cuando vamos a la montaña normalmente decimos que nos vamos al monte ó a dar una vuelta al monte. Lo que no es tan frecuente es ir a darle la vuelta a una montaña en concreto. Pero además hacerlo por una ruta espectacular en uno de los conjuntos paisajísticos más conocidos y menos frecuentado de Aragón es mucho más extraño aún.
Aunque el primer pirineista conocido fue el riojano Vicente de Heredia, son los aventureros y científicos franceses los que dieron nombres y reconocimiento a estas montañas. Ramond, Rusell, Schrader, Beraldi, Jean Arlaud ó d´Espouy son hoy nombres de picos y parajes pirenaicos. Y es que la tradición aventurera francesa en el Pirineo ya viene de lejos. Mil años antes un caballero franco se hizo legendario rompiendo montes con su espada Durandal y brincando montes con su caballo Veillantif Su historia recogida en “La chanson de Roland” fue durante siglos número uno en la lista de ventas de la Europa Medieval.
Centenares de buitres volando en círculos y algunos posados a menos de 30 metros se relamían observando a los cachorros del grupo de 58 personas que comenzaban a caminar desde el aparcamiento de la peña San Miguel en el Salto del Roldán la mañana de este domingo pasado. Lo que no sabían los buitres y no tardaron en descubrir, es que los peques de Peña Guara son huesos duros de roer, expertos rayones que se mueven por el monte con una facilidad y disciplina que sorprende a cualquiera. Tras unos cuantos metros bajando por la carretera, se inicia una senda a la izquierda que en descenso va descubriendo la cada vez más espectacular mole de la peña San Miguel, que llevaremos durante toda la excursión a nuestra izquierda. Aparece poco a poco ante nuestros ojos la inmensa peña Amán. Las nubes ocultan el sol pero la temperatura es agradable y llegando a un cruce de la senda la primera de las paradas nutritivas se hace obligatoria. Arrancamos de nuevo en fila compacta por una senda que con breves subidas y bajadas va adentrándose en el cada vez más cerrado desfiladero, la ladera que atravesamos a veces pegados a la pared va ganando inclinación hacia el río, el ruido del agua en el fondo del barranco de las Palomeras más el ruido del viento encajado entre las peñas nos acompaña. Ahora la escueta senda nos lleva a una estrecha faja dónde 100 verticales metros más abajo el Flumen ruge entre cascadas. Nos encontramos con un pasamanos de cuerda hábilmente instalado que facilita y asegura el paso. Un breve repecho más y una pronunciada bajada pegada a la roca nos deja en la orilla del río, donde dos enormes rocas que apenas se tocan sirven de puente para cruzarlo. Ante nosotros el camino es el río, un pasillo de cien metros de largo y apenas cuatro de ancho encajado entre paredes de trescientos verticales metros hasta la cima de la peña del Fraile a nuestra izquierda y cuatrocientos hasta la de Amán a nuestra derecha. Describir este lugar como espectacular es quedarse corto. Y de corto se puso la pequeguara, bañadores y chanclas para remontar el río con agua hasta un pelín más arriba de la rodilla los pataslargas, y bueno, un poco más arriba para los peques. La subjetividad de cada cual determinaron las opiniones sobre la temperatura del agua, mediciones que abarcan una amplia gama que van desde, agua del tiempo, agua fresqueta y hasta agua helada.
Unos centenares de metros caminando por la orilla de la peña Amán donde un breve escalón de roca es fácilmente superado para volver a cruzar por última vez el río. Parada para secarse, vestirse, comer y beber tranquilamente para afrontar más tranquilamente aún los trescientos metros de desnivel que nos quedan hasta el aparcamiento situado a la misma altura que la cima de la peña del Fraile que utilizamos como referencia para saber cuanto nos queda de subir.
Mucha gente cuando ve el Salto del Roldán sólo ve unas bonitas peñas. Los que han visitado el castillo de Sen de la peña San Miguel sienten la grandeza del sitio. Los peques de Peña Guara forman ya parte de la leyenda del caballero Roldán
Marcos Bielsa Ordás