↑ Volver a Peque Guara – 2017

Ruta nº37 – Pico Pazino

Ya de vuelta de las vacaciones y finalizado el verano, la familia de Peque Guara se pone de nuevo en marcha. Este domingo fuimos cincuenta entre adultos y niños y en esta ocasión nos dirigimos a Sallent de Gállego para subir al Pico Pacino, de 1965 metros de altitud.

Cuando bajamos del autobús nos reunimos con los nuevos amigos que han venido desde Pamplona para acompañarnos en nuestras excursiones y almorzamos antes de ponernos en marcha. La subida es fácil, todavía frescos y con fuerzas, primero por una cómoda pista que parte de la misma carretera y dónde encontramos ya señales que nos indican la dirección a tomar y que transcurre entre pastizales hasta llegar a un bonito hayedo por dónde discurre ahora la senda y dónde cualquier excusa sirve para que los pequeños se pongan a jugar.

A la salida del bosque nos encontramos con la chimenea de la conducción de agua del embalse de Escarra, que ya desde el comienzo de la excursión veíamos y que nos parecía tan lejana. La subida da pequeños tramos de respiro, aunque en ningún momento se hace difícil. De nuevo un pequeño tramo de bosque y nos acercamos al collado desde dónde ya mirando en cualquier dirección identificamos las montañas que nos rodean.

Una pequeña parada en el collado y afrontamos sin problema el último tramo, el camino ya es algo más incómodo por las piedras por las que discurre, pero no entraña ninguna dificultad, unas dos horas nos ha costado llegar, paradas incluidas y es que incluso los más pequeños están más fuertes de lo que pensamos y no les cuesta marcar el ritmo de la marcha. Cuando llegamos a la cima nos llevamos una sorpresa, ya que encontramos a un grupo de Peña Guara de los Cursos de Montañismo que han hecho cima algo antes que nosotros, incluso reconocemos algunas chicas que hasta hace poco venían con Peque Guara, que el gusanillo de la montaña les ha pillado y ahora más mayores han dado el paso a los cursos. Estamos un rato juntos y ellos continúan su ruta y nos dejan la cima para nosotros que aprovechamos para comer.

Durante la semana las previsiones del tiempo no eran muy esperanzadoras, pero al final fueron mejorando y no pudo hacer mejor día para nuestra excursión, tanto es, que aún estuvimos más de una hora en la cima comiendo y disfrutando del paisaje y de las cimas que nos rodean: embalse de Escarra, Telera, Anayet, Midi, Foratata, Infiernos, etc. Siendo esta montaña en la que estábamos de una altura modesta, que no llega a dos mil metros, proporciona unas vistas circulares inmejorables, ofreciendo una panorámica completa del Valle de Tena, son tantas las cimas que se contemplan desde aquí, que necesitamos la ayuda de los mapas para identificar muchas de ellas.

Cuando después de comer y descansar iniciamos la bajada, en el collado decidimos que como teníamos tiempo de sobra y no estábamos cansados, en lugar de regresar al autobús por el mismo camino de subida, íbamos a realizar una vuelta circular, alargamos algo más el trayecto, pero en cambio nos adentramos en un bonito bosque, a media ladera, y contemplamos el embalse y el barranco de Escarra, al final todos encantados del cambio de planes. De nuevo nos encontramos con el grupo de Peña Guara de la cima, en el lugar que habían escogido para comer y descansar.

Cuando ya divisamos Sallent de Gállego y el embalse de Lanuza, en esta ocasión casi completamente seco, primero por unos prados con antiguos cercados de piedra seca y luego adentrándonos entre un pequeño bosque, en ocasiones algo cerrado, convertimos en aventura el último tramo de bajada, hasta un prado con una pequeña caseta de piedra en la que los niños no dudaron en entrar y  desde dónde sale una pista que en apenas unos minutos nos deja de nuevo en la carretera, apenas a cien metros del lugar dónde nos recogerá el autobús que nos llevará de nuevo a Huesca, no sin antes por supuesto, disfrutar del dulce y merecido premio.

Inicialmente la excursión prevista era de apenas siete kilómetros y medio, al final con el cambio de planes hemos andado unos once, aunque nadie lo diría, porque los pequeños no se quejaron en ningún momento de cansancio excesivo y cuando nos despedimos todos estaban contentos por el día que habíamos disfrutado.

Javier Lázaro

 

 

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