BENTUÉ DE RASAL – POZO DE NIEVE DE MATA MENUDA – BOLEA
Una nueva excursión de Peque Guara y en esta ocasión somos cuarenta entre niños y adultos los que el pasado domingo vamos en autobús hasta Bentué de Rasal para adentrarnos en la Sierra de Caballera, tan cercana y tan desconocida. A pesar de haber salido pronto, no podremos evitar los efectos del sol en este día casi veraniego. Aunque no cuesta mucho llegar, a muchos parece que el autobús les da hambre o quizás ya es costumbre y tienen que almorzar antes de ponernos en marcha.
Partimos desde la plaza del pueblo, los pequeños con muchas fuerzas van en grupo encabezando la marcha y marcando el ritmo por el camino señalizado del GR-1, también llamado sendero histórico, bajando hasta llegar al río Garona, que cruzamos por una pequeña pasarela de madera. El camino ahora transcurre por una pista por la que caminamos fácilmente junto al cauce seco del barranco Cuna hasta adentrarnos en el desfiladero por el que a partir de aquí transcurre de forma ascendente y vemos como por aquí el barranco lleva un poco de agua. Es una subida continua, por una senda en ocasiones algo vestida y por un bosquecillo que cuando nos ofrece algo de sombra agradecemos su frescor dado el calor que hace en este día. Esta senda al principio colgada es el trazado que antiguamente usaban los habitantes de Bentué para ir a Bolea.
Poco a poco subimos sin dificultad hasta el punto dónde habremos de cruzar sin problemas el barranco con exiguo caudal. La subida se suaviza, por el camino algunos erizones y aliagas hacen que tengamos que caminar con cuidado para no pincharnos, pero pronto el desfiladero se abre y vemos que el collado está muy cerca. En apenas unos minutos llegamos ya al pozo de nieve de Mata Menuda, alrededor del cual nos disponemos para almorzar, algunos por segunda vez. Llevamos el horario previsto y descansamos un rato aquí, contemplando el pastizal por el que acabamos de llegar y a lo lejos las cumbres del pirineo, que cada día que pasa tienen menos nieve.
Cuando nos ponemos en marcha de nuevo ya no nos queda ninguna subida, a partir de este lugar será un continuo y largo descenso. Tomamos la senda que se adentra en el pinar, por dónde en ocasiones tenemos que tener cuidado si no queremos sentarnos en el suelo, el camino está un poco desecho y con muchas piedras sueltas que hacen que vayamos con precaución.
Pronto divisamos las tierras de la Hoya de Huesca, el embalse de la Sotonera y cada vez más cerca el antiguo Convento y Ermita de la Trinidad, dónde será nuestra siguiente parada de nuevo para comer (y ya es la tercera vez hoy), todos sin excepción agrupados bajo la sombra que nos proporciona el porche de un merendero que hay aquí, junto a la fuente que nos sirve para refrescarnos.
Después de descansar tranquilamente, alguno incluso ha llegado a cerrar los ojos, nos ponemos en marcha, estamos ya muy cerca de Bolea, punto final de nuestro destino. Ahora el camino es una ancha pista por la que nos desplazamos tranquilamente, sin prisa, contemplando como a los almendros no les caben ya más frutos en sus ramas, los cerezos ya con sus primeros frutos verdes, que en poco más de un mes podremos deleitarnos con su duce sabor, los olivos también con los todavía diminutos frutos y que en unos meses se convertirán en sabroso aceite, campos llenos de vida y de frutos por los que terminar la jornada.
Pero la última sorpresa del día todavía no había llegado, cuando nos acercamos a Bolea, junto a la pista, nuestra amiga Susana (la conductora del autobús que hoy nos lleva) nos abre las puertas de su casa y nos espera con un dulce refrigerio que agradecemos pequeños y mayores, y los más pequeños también juegan con el perro y contemplan y acarician el caballo que allí tienen.
Ya desde aquí solo unos minutos nos cuesta llegar al autobús dónde de nuevo nos espera nuestra conductora (no sabemos por dónde pero ha llegado antes que nosotros) que nos lleva de nuevo a Huesca en este caluroso domingo.
Javier Lázaro