Balaitus (3.144 m.) por la brecha de Latour
Lola Mas
Ascenso por uno de los itinerarios más directos a la cumbre
El Balaitus no estaba en el programa de esta temporada de la Pico a Pico, pero las fuertes riadas provocadas por los rápidos deshielos de las últimas semanas que tanto han afectado a la cuenca del Ésera, también han tenido consecuencias en la vertiente francesa del Pirineo, impidiendo el acceso del autocar a Pont d’Espagne para ir al Vignemale como estaba previsto, según informaron desde el refugio de Oulettes de Gaube.
El rápido cambio de planes hacia el valle de Tena y el Balaitus fue posible gracias a que en el refugio Respomuso habilitaron plaza para los 31 participantes inscritos, numeroso grupo que siempre convocan los picos más emblemáticos del Pirineo.
La ascensión al Balaitus se convierte en una buena oportunidad para los más jóvenes que se han apuntado que empiezan a descubrir los grandes picos del Pirineo, como éste, el tres mil más alto occidental que conforma un gran macizo, el de las grandes aristas del Pirineo, parafraseando a Lorenzo, con la mítica Cresta del Diablo, la cresta de Costerillou con su Torre, la arista Noroccidental con la Aguja Lamathe, el cordal de los Frondiellas y la Aguja Cadier. A la expectativa de disfrutar de ese entorno se añade el aliciente de que esta cumbre no tiene una ruta normal “fácil” por ninguna vertiente. Los que ascendieron por la Gran Diagonal hace tres temporadas con la Pico, tienen la ocasión de subir esta vez por uno de los itinerarios más directos y técnicos de los “normales”, el de la canal de la brecha Latour cubierta de nieve.
El acceso al refugio de Respomuso desde la Sarra va dando señales de la temporada de nevadas y lluvias, restos de avalanchas en las pendientes laderas que se descuelgan del macizo de los Arrieles y Frondiellas, por el angosto camino del barranco de Aguas Limpias, grandes cascadas que desagüan desde los lagos superiores, hasta el mismo puente de acceso al refugio partido por la fuerza del torrente y sustituido por un tablón de fortuna.
Madrugadores para la jornada, el camino comienza por el margen derecho del barranco de Respomuso en dirección Noreste hacia el itinerario de Vuelta Barrada. Pisando nieve nada más salir ascendemos alejándonos del fondo de la cuenca del ibón de Esclusere por las laderas que alcanzan el circo superior enmarcado por las murallas de las crestas del Diablo y Costerillou, el Balaitus y el contrafuerte de la arista Bondidier que se descuelga desde el cordal de los Frondiellas con la Aguja Cadier.
Con el sol que empieza a asomar por las recortadas agujas de la cresta del Diablo que tenemos enfrente, al pie del contrafuerte de la arista Bondidier, nos reunimos para tomar algo de energía comestible y para poner los crampones, arnés y el material que se puede necesitar en la parte más técnica del itinerario. Enseguida tenemos a la vista la Aguja Cadier y la canal nevada de la brecha Latour, bien cubierta, entre las paredes que la delimitan. Vemos que a esta hora de la mañana andan destrepándola unos alpinistas que han pasado la noche en la cumbre según nos cuentan al cruzarnos. Esto trae a la memoria el episodio histórico según el cual en 1864, Packe y Russell, que creían estar realizando la primera ascensión a la cumbre, descubrieron arriba restos de fuego, algunas clavijas de tienda y un mojón de piedras que revelaban que los cartógrafos Peytier y Hossard se habían adelantado casi cuarenta años, en 1825, un secreto mantenido tanto tiempo, tal como relata J. Longás en su libro.
Después se abrieron diferentes itinerarios como el de la Gran Diagonal relativamente fácil con terreno seco, pero desaconsejable con nieve, la ruta del glaciar de las Neous por la vertiente francesa, que termina en un inclinado corredor, o la canal de la brecha de Latour de considerable inclinación también en el corto tramo más empinado.
En cuanto los montañeros que bajan dejan libre el trayecto, con nieve consistente se asciende el corredor sin problemas apoyados por una cuerda auxiliar. Alcanzada la brecha, se trepa por las rocas que bordean la canal por la derecha hasta una cota próxima manejándose a ser posible sin quitar crampones, para continuar a la cumbre ya a la vista con su trípode metálico característico por la amplia ladera en la que hay que tener algo de precaución porque está aún en sombra y la nieve algo endurecida, aunque hay una buena huella por la que se pisa sin problema.
Todos van alcanzando las rocas y la ladera somital en un día espléndido para reunirse junto a los vértices geodésicos de la cumbre de 3.144 metros del Balaitus, uno es el monolito del Instituto Geográfico español, y otro, el gran trípode metálico, indicador geodésico francés de la gran cima fronteriza. Es una alegría especial para una compañera del grupo por lo que se ve en los abrazos de satisfacción por volver a un tresmil recuperada de una lesión. Con las fotos y alegría de cumbre nos ocupamos también de descifrar desde este gran mirador el maravilloso conjunto de montañas que nos rodean, los Frondiellas en primer plano, que forman parte del macizo, los picos del circo de Piedrafita donde está el refugio, el Llana Cantal, el Tebarray con el collado que da paso a la vertiente de los Infiernos con su característica marmolera, próximo objetivo, el Gran Facha ascendido el año pasado. El pico Palas, y el valle de los Arrieles, a dónde identificamos el descenso desde los Frondiellas. Más lejos, la Norte del Taillón y más allá, cada uno elige en qué quiere fijarse, si el Aneto que también se ve, quizá el macizo del Neouvielle, o el Midi d’Ossau siempre vigía de las cumbres que lo circundan.
A la bajada toca destrepar por las rocas manejándose con los crampones puestos hasta la brecha y para descender la canal lo que se confirma más seguro, utilizando las instalaciones de rápel de la pared contigüa que, con el apoyo para estas maniobras técnicas de los colaboradores, van reuniendo uno a uno a todo el grupo en los neveros del circo. El resto del descenso es un disfrute de admiración de las caprichosas formas que los espesores de nieve van conformando en su deshielo, cascadas tumultuosas, el azul que asoma en los lagos a medio deshielo, y el frondoso verdor de los impresionantes bosques que acompañan hasta el embalse de la Sarra, donde nos espera el autobús.