23 y 24 de junio de 2018
Por las crestas del Gran Tapou y el Pico Milieu en el macizo de Vignemale.
Lola Mas
Larga jornada circular desde el valle del Ara al de Bernatuara y Bujaruelo.
Vignemale, Comachibosa, como se quiera nombrar, es un poderoso macizo calcáreo que preside el valle del Ara por la vertiente española, y el valle de Gaube o el de Ossoue por la vertiente francesa. La foto característica del Vignemale es la que se obtiene desde las Oulettes de Gaube, con sus impresionantes paredes rocosas que albergan restos de glaciares a sus pies, constituyendo desde antiguo el paraíso de los alpinistas que por sus corredores o por sus itinerarios de escalada las surcan en todas las estaciones del año. Pero el conjunto del macizo del Vignemale, no es sólo la Pique Longue, la punta Chausenque o el Pitón Carré, el Clot de la Hount o el Petit Vignemale, tiene otras vertientes y otras cumbres, que también merece la pena recorrer, como la de Cerbillona, el pico Central, el Montferrat con su característica marmolera, o el Gran y el Pequeño Tapou o el Pico Milieu, nuestros objetivos de esta larga jornada, en la que sabíamos que afrontarla suponía una prueba de resistencia para culminar un recorrido circular desde Bujaruelo.
Pernoctamos en el acogedor albergue de Bujaruelo, un grupo de quince, no muy numeroso en esta ocasión, quizá por los anunciados desniveles, amaneciendo muy temprano para penetrar lo antes posible por el valle del Ara e ir ascendiendo hasta un momento en el que abandonamos el cómodo sendero para dirigirnos monte a través hacia el primer objetivo de la jornada, la brecha Tapou o collado de Labaza, que dará acceso a la cresta cimera. Después del primer escalón se asciende salvando un importante desnivel por incómodas y empinadas pedreras por el borde de los inclinados neveros con el pequeño Tapou y el pico Milieu a la vista, hasta que se alcanza la aérea cresta y asomamos a la vertiente del glaciar de Montferrat atisbando el de Ossoue por el que se accede al Vignemale central.
El itinerario estaba planteado de dos formas, inicialmente al revés, subiendo por el collado de Bernatuara para descender al valle de Lourdes y alcanzar los lagos de Montferrat y las cuencas superiores del Gran Tapou y del Milieu, para descender por la brecha Tapou y las empinadas laderas que se descuelgan hacia el valle de Ara. O bien al revés, como se decidió, después de un reconocimiento previo por parte de Lorenzo tres días antes, observando que los neveros de la vertiente de Labaza y del Ara, con su fuerte inclinación y orientación Oeste, serían mejores de recorrer en sentido ascendente, regresando así por el paso de Bernatuara.
Alcanzamos con bastante esfuerzo la brecha, aún ocupada por neveros que en unos días de calor han menguado lo suficiente como para poder evitarlos y no tener que usar crampones, superando la empinada ladera de cascajo incómoda de subir. Una vez en el collado, un gran mirador, tenemos a la vista el Petit Pic de Tapou, y el pico Milieu, detrás está el Gran Tapou, y más allá la vista se dirige a la impresionante vertiente de las caras Norte del Marboré y el escalón de Gavarnie. Nos preparamos para ir subiendo por la rocosa cresta, con algunos pasos aéreos que requerirán usar las manos y mucha atención, pero con una dificultad asumible por todo el grupo. Se pasa por el hito cimero del pequeño Tapou, y en otro empujón llegamos al pico Milieu (3.128 m.), desde el que el Gran Tapou (3.151m.), está a un paso. Por fin la cumbre, disfrutamos de las magníficas vistas que se observan de todo el Pirineo circundante.
La cara Norte del Taillón y los Gabietos, y todo el cortejo del circo de Marboré con los picos de la Cascada, donde podemos identificar la Brecha de Rolando, El Casco, la Torre, el Marboré, hasta la cima del Monte Perdido. Más cerca, es impresionante la marmolera blanca del Montferrat, con el pico Central y el Cerbillona, por donde discurre el mítico corredor de la Moskowa, leyenda de la conquista del Pirineo, ascendido por primera vez por una mujer en el siglo XIX, la valiente y pionera Lady Lister, a cuyo collado va a parar el corredor, uno de los itinerarios más trevidos de esos tiempos pioneros, en los que también el conde Russell se dedicó a descubrir el macizo instalándose a vivir en unos abrigos rocosos mientras escribía las primeras páginas de su historia. Si nos volvemos y miramos a Occidente reconocemos el macizo de Panticosa con los Infiernos y las Argualas en el alto valle de Tena, y abajo, las murallas de Peña Telera y Tendeñera.
A lo lejos, Punta Ezcarra, Collarada, la Pala de Ip, por donde pasamos a sus pies bajo una intensa lluvia hace pocos días, incluso se alcanza a ver al Norte el Midi d’Ossau. Seguimos identificando picos durante el descanso de la cima, a lo lejos la cresta de la Munia, el Robiñera, el macizo del Neouville, todavía con abundante nieve, sin duda esta cresta es un mirador extraordinario. Nos agrupamos para la foto de cumbre en el Gran Tapou, felices de haber logrado culminar el itinerario, mientras observamos también el desfile de montañeros que ascienden a la Pique Longue por el glaciar de Ossoue. Nos preparamos para el descenso, que se prevé largo, por el alto valle de Ossoue, donde los neveros que perduran nos facilitan mucho el trayecto en la parte alta. De nevero a nevero vamos descendiendo más de mil metros de desnivel, para alcanzar el valle de Lourdes donde hay que cambiar de dirección en las proximidades de la cabaña, a dos mil metros de altitud y recorrer de subida este bonito valle superando los 400 metros de desnivel que conducen al paso de Bernatura, por donde continuar nuestro itinerario de vuelta a Bujaruelo. Por fin, nos reunimos en torno a la preciosa cuenca donde se aloja el verdoso y profundo ibón de Bernatuara, encajonado y oculto, y allí ya sólo resta pensar en que hay que dejarse caer hacia el valle de Bujaruelo, otros mil metros.
El sol empieza a decaer, son las seis de la tarde, llevamos más de doce horas de jornada montañera, y sin pensarlo mucho recorreremos tan rápido como permitan las piernas el valle que confluye al final en el GR del puerto de Bujaruelo, terreno conocido, sobre el tumultuoso río Ara donde refrescarse a los pies del bonito puente románico. Se han sumado unos 2.400 metros de desnivel positivo y otros tantos negativos en un itinerario circular de unos 25 kilómetros, por lo que el descanso es más que merecido y celebrado.
Lola Mas, Peña Guara Huesca, 26 de junio de 2018